Carlos Yusti (Valencia, Estado Carabobo, Venezuela, 1960), es pintor y escritor. Como pintor ha realizado un buen número de exposiciones individuales y colectivas. Como escritor, ha publicado “Vírgenes necias”, “Cuaderno de argonauta”, “De ciertos peces voladores”, “Pocaterra y su mundo” y “Dentro de la metáfora”. Dirige la página de arte y literatura por Internet Arte Literal y Códice. Participa activamente en la revista Rasmia Literaria, que se edita en papel, y sus textos se publican en El Correo del Caroní y en la página cultural Letra Inversa de Noti-Tarde. En 1996 obtuvo el premio de ensayo de la Casa de la Cultura Miguel Ramón Utrera con el libro “Cuaderno de argonauta”. Actualmente reside en Ciudad Guayana, Ciudad Bolívar, donde se desempeña como director de las revistas Fauna Urbana y Fauna Nocturna. Tiene alrededor de cuatro libros inéditos.
Franklin Fernández.
F.F. -¿Qué es el ensayo para un escritor de altura como Carlos Yusti?
C.Y. –Eso de altura produce un poco de vértigo. El ensayo es un género bastante maleable lo que permite abordar los temas con algo de poesía, narrativa o crónica, un poco de erudición y lectura por acá; también algo de filosofía y cosa por allá. Uno se puede tomar algunas licencias a la hora de escribirlos buscando quizá desbrozarlo de cierta rigidez académica, de ese profesoral y casposo estilo. Algunos ensayistas también van por la novela o el cuento debido a que al ensayista no se le considera del todo escritor en mayúscula. El ensayo escrito desde la pasión y la inteligencia puede llegar a ser una pieza literaria creativa de altos vuelos para contrarrestar el vértigo de tantos cagatintas iletrados que pululan por las escuelas de letras y periodismo.
F.F. –Usted, además de escritor, también pinta. ¿Cómo es la relación de un ensayista con la pintura?
C.Y. –A manera de broma digo que pinto para no escribir y viceversa. Me gusta hacer crítica de arte, explorar a través del ensayo el universo paralelo de los pintores y sus creaciones. Esto me llevó a la pintura para conocer las técnicas y los materiales que utiliza el pintor. Pintar es avanzar por esa vereda donde el color y la imagen también son una escritura. Escribir es la posibilidad de explorar en nuestro mundo interior, es tratar de aprehender el alfabeto de nuestro espíritu. Escribir y pintar, actividades que realizo desde una posición amateur, desde esa nada agradable posición del outsider, pero no sufro por ello.
F.F. -Sus textos suelen ser autobiográficos. Su visión crítica del mundo la sustenta de sus lecturas, de sus vivencias, de su propia experiencia de vida… ¿no es cierto?
C.Y. –Pienso que la escritura es un pasar en limpio las vivencias, un saldo de cuentas con lo vivido y con la experiencia leída. También es una manera de recuperar eso, que con el transcurrir de los días, hemos olvidado; recuerdos que están en nosotros, pero que parecen flotar en una zona muerta. La escritura es una manera de instaurar memoria donde por decreto o por dejadez mental florece el olvido o se amaña la historia con mitificaciones espurias para que la foto de los héroes impolutos no quede movida.
F.F. -¿Qué tanto influye en sus ensayos el ambiente social o político de un país?
C.Y. –Escribir al margen de los vaivenes políticos y sociales es una soberana estupidez. Susan Sontag que es una escritora por la que no siento mucha devoción escribió: “La primera tarea de un escritor no es tener opiniones, sino decir la verdad... Y negarse a ser cómplice de mentiras e información errónea. La literatura es la casa del matiz y de la indocilidad a las voces de la simplificación. La tarea del escritor es que sea más difícil creer a los saqueadores mentales”. La verdad es relativa, pero la responsabilidad del escritor está en darle majestad y magia al lenguaje cuando desde el poder, político o religioso, lo vacían de contenido o lo convierten en formulas publicitarias, en lugares comunes mediáticos o en oraciones retrogradas, genuflexas y ortodoxas.
F.F. -¿Cómo hace un ensayista para estar “Dentro de la metáfora”?
C.Y. –No estamos a salvo del ridículo ni del absurdo cotidiano y un poco mi último libro Dentro de la Metáfora trata de subrayar ese mecanismo insólito que a veces atrapa a escritores y poetas. Hay una metáfora babosa que chorrea detrás de la normalidad de todos los días, baba que nos salpica a todos por igual, pero que el escritor registra en sus cuentos, poemas, novelas y ensayos. Estar dentro de la metáfora es formar parte de esa gran relojería fantástica que es la literatura y el escritor, el pintor o el poeta tarde o temprano termina como personaje de esta charada metafórica.
F.F. –Hay una frase suya que dice: “Todo escritor, consagrado o que apenas se inicia, tarde o temprano se topa con el bloqueo creativo, se enfrenta a esa pared lejana del silencio”. ¿Es el silencio un indicio de perpetuidad para Carlos Yusti?
C.Y. –Hay un proverbio árabe que dice más o menos así: “No escribas o digas nada que no sea más bello que el silencio”. Desde este punto de vista el silencio tiene un sentido trascendental impecable/implacable. El silencio para mi es no pintar, es no escribir una línea en lo absoluto. Un silencio desde esta perspectiva es la peor tortura, el más humillante de los encierros.
F.F. -¿Cuál es el eje principal en toda su obra? ¿Qué se propone usted con sus ensayos, con sus poemas, con sus pinturas?
C.Y. –El eje fundamental de los pocos libros que he escrito y publicado sería el lenguaje en una situación especial, el lenguaje sometido a las vicisitudes creativas de la vida y de los parámetros lexicales del tiempo que me ha tocado en suerte. Trato de sacarles chispas de belleza al lenguaje, intento crear belleza a partir de una frase, de un párrafo sin dejar las buenas y malas pasiones que me circundan. Como creador me preocupo que mis textos y pinturas agreguen humanismo, belleza y alma a un mundo de groseros apetitos en el cual se reivindican valores contrarios al espíritu.
F.F. –Parafraseando a Vargas Llosa. Al escribir, ¿suelta usted sus demonios?
C.Y. –Más que soltar los demonios, los domésticos, les doy un poco de urbanidad, pero en fin siguen siendo demonios.
F.F. –Carlos, ¿qué se siente al terminar un libro de ensayos?
C.Y. –Es vez de un libro más siempre me digo un libro menos. Esto me permite retomar otros textos y comenzar el ciclo de nuevo. No caigo en esa cursilería barata de considerar los libros como hijos y se a la perfección que son el esfuerzo de una actividad que en nuestro país es mal recompensada. Aquí se es escritor a fuerza de ganas y obstinación y esto es lo endemoniadamente interesante de este oficio. Sin mencionar que el ensayista es un paria del mundillo literario, especie de descamisado que parece estar demás en todos lados.
F.F. -¿En qué lectores piensa constantemente Carlos Yusti? ¿Quiénes han influido más en sus ensayos? ¿Cuáles son sus libros de cabecera?
C.Y. –En Valencia formé parte de un grupo literario, pero en verdad era un grupo de bebedores con veleidades de escritores. No obstante más que la caña nos unió una fe ingenua y algo pagana por la literatura. Nos encontrábamos en algún bar o en uno que otro café y leímos nuestros escritos. Luego nadie quería publicarlos y tuvimos que editar una revista. Esta experiencia me enseñó a pensar el lector. La revista era un panfleto incendiario de groserías y en vez de estilo tenía malos modales. Queríamos que nuestros lectores se sintiesen tocados, para bien o para mal, por la literatura. En estos inicios los lectores son cosas vagas, difusas. Pero un buen día alguien te responde por la prensa sobre algo que escribiste, alguno te detiene en la calle con ganas de partirte el alma por un texto tuyo o en mitad de una charla una persona trae el recorte de un artículo tuyo para recriminarte cierta frases polémicas. En esos momentos uno cae en cuenta que lo escrito hace eco en los demás y entonces escribir se va convirtiendo poco a poco en una responsabilidad, en una ética.
De los autores venezolanos Santiago Key-Ayala, Bolívar Coronado, José Ignacio Cabrujas, Francisco Rivera, Elisa Lerner. De los extranjeros Elías Canetti, Umberto Eco, Francis Bacon, Fernando Savater, Montaigne, Voltaire. Mis libros de cabecera son Extraterritorial de George Steiner, el Diccionario Filosófico de Voltaire y los Aforismos de Georg Christoph Lichtenberg.
F.F. -¿Qué opinión tiene Yusti sobre su obra literaria?
C.Y. –Que podría ser mejor, pero a falta de talento puede que la inteligencia y el empeño den algún fruto exótico. Mis libros no son proyectos pensados o demasiado elaborados y se escriben en el día, en ese trabajo cotidiano en el que se traspapela la vida con lo leído y viceversa.
F.F. –Tengo un poema que dice: un libro es un pájaro cuadrado. ¿Qué representan los libros para usted? ¿Qué son los libros para Carlos Yusti?
C.Y. –Para mi son objetos para el rechazo o el disfrute. Algo de mágico tienen y a veces son como el espejo de la bruja de los cuentos en la que uno como lector intenta verse bello e inteligente. Meterse en un libro es hacerse uno con las palabras y la imaginación. Tengo más aprecio por Don Quijote, Los Tres Mosqueteros, el capitán Ahab y otros personajes que por mucha gente real que conozco, mea culpa.
F.F. –Dice el presidente Hugo Chávez que “cultura es lo que somos, lo que fuimos y lo que debemos ser”. Es decir; la cultura es la vida misma, lo que transformamos en nosotros para un bienestar mutuo. En otras palabras, es lo hace el pueblo con o sin gobierno. ¿Está usted de acuerdo con esa concepción?
C.Y. –Nunca he sido amigo de ideas sumarias o de frases retóricas que buscan simplificarlo todo. Por ejemplo eso de “cultura es todo lo que hace el hombre” me parece exagerado. Los Nazis eran en extremo cultos, pero esto no impidió que gasificaran y quemaran seres humanos. La cultura no es garantía de nada. Mucho menos creo que exista una cultura popular y una cultura de elites. Abogo más bien porque la gente, independientemente de su contexto social, se convierta en protagonista del hecho cultural: que sea Actor y Espectador de la actividad cultural y que independientemente de la calidad estética asuma la literatura, la pintura, la danza y el teatro como una forma de expresarse. Quizá esto no lo convierta en un artista en mayúscula, pero le ayudará entender un poco el proceso creador, le brindará algunas herramientas para ver en la expresión artística una visión crítica y espiritual del mundo.
El Estado siempre quiere que la cultura responda a determinados parámetros políticos e ideológicos, pero creo que la gente debe expresarse artísticamente por encima de las recetas culturales del estado y así el arte pueda vivificarse y renovarse. Siempre tomo como ejemplo el realismo socialista ruso que en vez de tonificar la pintura o la literatura la castró con terribles consecuencias. El arte es una manera de respirar y el aire no tiene matiz político.
F.F. -¿Cómo ve el éxito de la democracia en nuestro país? ¿Cómo ves el futuro de Venezuela? ¿Qué es lo que más destacas de nuestro sistema de gobierno? ¿Qué es lo que más admiras de nuestra Revolución?
C.Y. –Me gusta que la cultura en todas sus facetas pase a primer plano, que sea la protagonista imprescindible. La revolución tiene que ser cultural (note que ya estoy cayendo en el tópico). Que la gente asuma roles de poder real. Que el pueblo deje de ser una consigna gastada y se convierta en protagonista crítico de sus procesos sociales, políticos y culturales para que lo políticos de oficio se jubilen de una vez por todas y para siempre.