sábado, 26 de mayo de 2007





















Elizabeth Schön: “La poesía es el reconocimiento de que el hombre tiene un poder de transformación”.

Para Elizabeth Schön (Caracas, 1921-2007), la palabra, es el mejor alimento para el hombre. No en vano, fue la primera venezolana en alimentar y desarrollar la poesía en prosa en el país: “La poesía entró en mí y, entonces, ella misma buscó su camino”. ¿Qué no se ha dicho sobre Elizabeth Schön? ¿Qué no se ha escrito sobre ella? Basta auscultar la memoria intacta de los libros. “La poesía está aquí para los demás. No para alguien”, dice. Elizabeth Schön, ha publicado una prolífica obra poética, de la cual destacan: La gruta venidera (1953), El abuelo, la cesta y el mar (1965), Mi aroma de lumbre (1971), Es oír la vertiente (1973), Incesante aparecer (1977), Árbol del oscuro acercamiento (1994), La flor, el barco, el alma (1995), Antología poética (1998). Es Premio Municipal de Poesía (1971), y Premio Nacional de Literatura (1994).

Franklin Fernández.

VER LO QUE UNO NO CONOCE.

F.F. -He tenido un sueño con usted ¿No le parece extraño que uno sueñe con alguien que no conoce?

E.S. -Lo que me dices es muy hermoso. A mi me parece una maravilla soñar con lo que uno no conoce. Es más, me parece todavía mejor ver lo que uno no conoce.

F.F. -¿A qué hora se levanta? ¿A qué hora comienza a contemplar la vida?

E.S. -Yo comienzo como a las siete. Porque la vida no se detiene nunca, la vida no se detiene. Yo soy la que empiezo a ver, la que comienza a contemplar. Si eso se detuviera, fuera un desastre para el mundo. Fuera un desastre, porque todo se interrumpiría.

F.F. -¿Cómo llegó usted a la poesía?

E.S. -Yo no llegué a la poesía, ella me llegó a mí.

F.F. -¿Cuándo comenzó a escribir?

E.S. -Creo que comencé a escribir viendo a los demás.

F.F. -¿Viéndolos o escuchándolos?

E.S. -Las dos cosas. Los escuchaba y los veía. Y me parecía una cosa increíble. Porque la realidad toda la vida me ha gustado. Y creo que esa es una de las cosas que más nos apoya y más nos ayuda.

F.F. -¿Desde qué hora escribe?

E.S. -Desde que amanece. Desde que me levanto la cabeza me empieza a funcionar.

F.F. -¿Qué hace cuando no está escribiendo?

E.S. -Escribo, vivo escribiendo. Yo vivo de eso.

LA POESÍA ESTÁ AQUÍ PARA LOS DEMÁS.

F.F. -¿Las cosas le hablan a usted o es usted la que le habla a ellas?

E.S. -Yo le hablo a las cosas y las cosas me hablan. Sí, las cosas me hablan. Y yo las escucho. Por ejemplo, usted contempla una pared y ve lo recta que es. Bueno, esa rectitud ya le está hablando. Ella le está diciendo: -soy recta, soy ancha, soy larga, soy corta, soy blanca-. Lo dice su palabra, porque su palabra está como abierta, integrada en la realidad. La palabra está entera, en la realidad. La palabra es esto y aquello, porque ella está unida a la realidad, la palabra es la realidad. Es más, la palabra cuida la realidad.

F.F. -Usted ha sido una de las primeras venezolanas en tejer poesía en prosa ¿Qué la llevó a escribir prosa?

E.S. -La poesía entró en mí y, entonces, ella misma buscó su camino.

F.F. -¿Escribe para alguien especial?

E.S. -No, no escribo para alguien especial.

F.F. -¿Para quién escribe?

E.S. -Yo escribo para todos. No tengo a alguien específico a quien escribirle. Porque me parece un egoísmo. Yo escribo poesía para que la gente la lea y si le gusta le gustó, y sino le gusta, bueno... que voy a hacer.

F.F. -A mi me gustan mucho sus poemas. Parece que todas sus palabras fueron escritas para mí...

E.S. -(Risas). ¡Me parece magnifico, me parece agradable! Soy muy feliz cuando a alguien le gusta lo mío. Yo me siento muy honrada, me siento muy bien, porque quiere decir que he podido entrar en el otro. Soy feliz porque he podido entrar en otra persona ¿Qué más quiero yo que eso? La poesía está aquí para los demás. No para alguien.

F.F. -¿Cómo hace usted para que su poesía entre en otra persona?

E.S. -Cuando se quiere a la humanidad, yo creo que se entra en otra persona. Yo creo que uno no escribe nada más que para sí. Por ejemplo, uno dice Pan. El pan es de todos. El pan es de una utilidad para todos. Para mí eso es lo bello que tiene la palabra. Que la palabra es para todos. Entregamos el pan o la palabra, para que otro se alimente. Por la palabra el hombre vive. Por la palabra el hombre se alimenta y en un momento se salva.

F.F. -¿Escribir se convierte en un hábito a veces maligno, a veces milagroso?

E.S. -Yo creo que, el hecho de escribir, ni es maligno, ni es milagroso: es. Escribir es una manera de acercarse a la vida, de acercarse al espacio, de acercarse al mundo.

F.F. -¿Cómo se asoma usted al mundo de afuera?

E.S. -Como lo veo desde aquí. Y así, como lo veo desde aquí; así como está, así es. Así yo entro. Yo, ni lo bendigo, ni me escapo de él.

LA POESÍA TRANSFORMA LA REALIDAD.

F.F. -¿Cuál es su concepción de la poesía, Elizabeth?

E.S. -Bueno, la poesía es la que transforma la realidad. Nos la muestra de otra manera.

F.F. Y, ¿de qué manera la transforma?

E.S. -Por ejemplo, si usted dice: -esta casa se parece a una casa de muñecas o se parece a un barco, o se parece a un árbol, a cualquier cosa-... La poesía, a través de la palabra, a través de la metáfora, a través de la imagen, ya ha transformado la casa en barco. Lo más original de la poesía, es que nos transforma la realidad, nos la cambia toda, nos la muestra de otra manera. Y es por eso que la gente la busca, porque la poesía les da otra cosa. La poesía les está entregando otra cosa que no conocen.

F.F. -¿Nos entrega algo más que un poema?

E.S. -Sí. Algo como un mundo o un nuevo mundo, a través del poema, a través de la palabra.

F.F. -¿Qué es un poema para usted?

E.S. -Un poema es lo mejor que le ocurre al mundo. Lo que pasa es que el hombre se ha acostumbrado a depender de otras cosas que no son poemas, que no es la poesía. Porque la poesía es la que transforma la realidad. Por ejemplo; un árbol caído a mí me duele. Cuando se cae un árbol, me duele. Pero hay muchas personas que dejan el árbol allí. Ni lo ven, ni les importa, porque el árbol no les molesta. Pero a mí me duele. Es un contacto. Sensibilizarse siempre es un contacto.

F.F. -¿El poema para usted es un presentimiento, es una anunciación, es una duda?

E.S. -Yo creo que un poema nunca puede ser una duda. Es una certeza o una realidad, una nueva realidad. Puede ser una anunciación o una revelación, pero nunca una duda.

F.F. -¿El poema debe ser una perfección, una exactitud?

E.S. -No. Nada es perfecto. Mis poemas no son perfectos, porque nada es perfecto.

F.F. ¿La poesía es etérea, volátil, efímera?

E.S. -¡No!, la poesía es muy real, es muy seria, dice muchas verdades. Todo es real, como la poesía. La poesía incluso, va más allá de lo real. Es tangible e intangible, pero nada es volátil.

F.F. -¿Cree usted que en las demás artes hay poesía?

E.S. -No sé. Nunca he pensado en eso.

F.F. -Es decir; si en una pintura, por ejemplo, podemos leer un poema... ¿Hay algo de poesía en la pintura?

E.S. -¡Como no! Yo puedo ver perfectamente un poema en una pintura, pero esa pintura tiene que ser muy especial. Por ejemplo, para mí hay una gran pintora en este país: Mercedes Pardo, la esposa de Alejandro Otero. Esa mujer pintaba el azul de otra manera. Ya no era el azul que uno estaba acostumbrado a ver en cualquier parte, era un azul fuerte que decía, que uno sentía como un algo que latía allí, de vida. Era un azul que decía, que hablaba. Ese azul me hablaba a mí de vida, de creación y de poesía.

LA CASA, EL ÁRBOL, LA MUERTE.

F.F. -Hábleme de su casa, es muy famosa ¿Cómo describiría, cómo diferenciaría usted la casa de la infancia, a la casa de la adultez?

E.S. -¡Ay, mire, la pregunta es fuerte!. Porque para mí la casa de mi infancia requiere recordarlo todo, todo... Toda una cantidad de gente que se me murió. Mi mamá, mi esposo, mis abuelos, mis amigos, todo. ¡Lo que quiere decir familia! La casa, mi casa, es mi familia. La casa de mi infancia es la familia. Los recuerdos de la casa son mis recuerdos.

Mi casa es una casa corriente, pero está enriquecida por un patio que tiene muchos árboles, y eso la enriquece.

F.F. -El árbol, es una obsesión constante para usted ¿Por qué?

E.S. -Porque el árbol es como un compañero silencioso que lo protege a uno y que enriquece la casa. El árbol es una riqueza, la naturaleza toda es una riqueza ¿El árbol o el río no son una riqueza para usted?

F.F. -¡Sí, como no!

E.S. -Sí. El río se mueve. El río sigue su camino pero nunca se va, siempre está allí. Además, el río tiene sonidos de distintas tonalidades. Eso es bellísimo...

F.F. -La muerte es otra obsesión en su poesía ¿Qué cosa le ha enseñado la muerte?

E.S. -Que hay vida.

F.F. –¿En sus visiones, apariciones, espectros y fantasmas? ¿Usted habla con la muerte?

Bueno, yo la muerte la tengo y la vivo desde muy pequeña. Desde muy chiquita supe lo que era la muerte y lo que me esperaba a mí después de la muerte de mi madre. Eso fue algo muy intuitivo, porque a los niños no se les puede engañar, no se les puede mentir nunca, porque ellos tienen la realidad perfecta. Yo, a los ocho años, me di cuenta de todo, lo sabía todo... (Breve pausa. Elizabeth tiene la voz triste, rota, desgarrada. Imagino sus ojos azules llenos de lágrimas. Improviso un poco. Suspiramos, escuchamos el vacío del teléfono, silenciamos. Ahora la consuelo, desde el otro lado de la línea).

F.F. -Perdóneme por recordarle temas tan duros ¿Se siente bien?

E.S. -Sí, no se preocupe, yo soy muy llorona, eso es lo que pasa. Me emotivo mucho. Si uno no fuera feliz, mejor no vive. Afortunadamente, la naturaleza nos lo da todo. La tierra nos lo da todo, la luz nos lo da todo. El sol nos da el calor, la noche el frío. Y todo, absolutamente todo, es para el hombre.

Y no le de pena conmigo, no se avergüence, porque a mi me gusta eso. A mi me gusta conversar con personas así; inteligentes como usted. Usted me ha abierto muchos caminos. Eso es lo que une, que alguien le abra a otro un camino. Cuando una persona no le abre a otro un camino, ninguna luz, ningún perfume, esa persona no vale la pena. Y usted me ha hecho ver y oler muchos caminos. Me ha perfumado con sus flores. En el mundo está el hombre, porque el hombre está allí para perfumar. Para perfumar al otro, para perfumar el mundo.

EL SILENCIO ES UNA MANERA DE HABLAR EL ESPACIO.

F.F. -¿Se considera usted una visionaria?

E.S. -¿Una visionaria? No. A veces me vienen visiones, pero eso es común en la mayoría de las personas que creen.

F.F. -¿Cómo diferencia usted el silencio de la soledad?

E.S. -¿Cómo lo diferencio?... ¡Ay, esa es una pregunta bella, muy bella!. Es tan bella que no soy capaz de responderla.

F.F. -Para usted es muy importante la palabra, ¿no?...

E.S. –Sí. La palabra es esencial. La palabra es esencial para un poeta. No se es, no se puede existir sin la palabra. A veces se silencia. Pero se está en silencio, porque el silencio también es un lenguaje.

El verbo y la palabra es lo mismo. A través del verbo llegamos al otro y, a través de la palabra, también. Llegamos incluso, transformados, transfigurados en poemas, pero en otro idioma. Por ejemplo, si algún libro mío lo traducen al francés, entonces esa palabra es esencial para el hombre, porque ese idioma también es esencial. Esa es su manera de él reflejar lo que tiene dentro, lo que tiene como verdad, lo que tiene como realidad. Porque si usted no tuviera palabra, no pudiera decirme nada. Es más, no pudiera, en estos momentos, preguntarme nada. Nada pudiera usted decirme por teléfono. Y si no habláramos, el mundo sería bastante muerto.

F.F. -¿Qué le hace falta a Elizabeth Schön? ¿Qué tiene? ¿Qué no tiene?

E.S. -¡Ay, yo nunca he pensado en eso! Yo creo que la vida es muy rica para yo pensar en eso. Se me viene encima como una avalancha de cosas: el amor, el silencio, la paz, el querer, la lectura. Porque la lectura es un silencio sonoro y le da a uno como otro sonido, como otra música. Algo así como si yo estuviera frente a un río que suena, un río que tiene varios sonidos. Uno de esos sonidos, es el de la rapidez. Otro, es el del salto de una cascada...

F.F. -¿Ha silenciado usted totalmente, definitivamente?

E.S. –No, yo no he dejado de escribir. Yo no conozco eso. Para eso tengo la poesía, tengo la palabra y tengo el lenguaje... y tengo el silencio. La soledad y el silencio están muy unidos. El silencio es una manera de hablar el espacio.

Yo estoy enferma ahora, tengo una pierna mala. No puedo casi caminar. Y como estoy encerrada en mi cuarto, yo me quedo calladita porque me parece que el silencio está hablando con lo otro. El silencio es importantísimo, es una realidad muy fuerte que uno debe aprender a conocer, como un lenguaje distinto. El lenguaje es el pensamiento, pero el lenguaje no es sólo el pensamiento. El silencio es del mundo, es de la tierra, es del hombre ¿Usted no lo escucha? Si usted sube a una montaña para escucharlo, escucha un silencio allí.

F.F. -En este preciso instante, ¿qué le diría a un poeta que no pudiera decir nada?

E.S. -Bueno, que eso es una enfermedad. Pero él se salva, el puede llegar a hablar. Para eso está hoy la medicina, que yo respeto tanto, porque la gente se puede curar, se puede mejorar. Aunque, para mí, la mejor medicina es la poesía. La poesía es la mejor medicina del espíritu.

YO SOY DEL MAR.

F.F. -Usted habla constantemente del tiempo y la memoria ¿La memoria refleja la profundidad del tiempo?

E.S. -¡Como no, la refleja a veces!. Por ejemplo, la memoria mía me refleja el tiempo de cuando yo estaba chiquita, el tiempo de cuando mi mamá se murió y mi otra abuela, y todo eso...

Sí, la memoria refleja la profundidad del tiempo. Si no tuviéramos memoria, no nos diéramos cuenta de lo profundo donde llega el tiempo. Porque el tiempo no solo está aquí en la tierra, sino en el universo todo. Es por eso que pueden hacer los viajes los astronautas, por el tiempo. El tiempo es lo más importante que hay, porque si uno no tiene tiempo, uno lo hace.

F.F. -Casualmente, estuve contemplando la fotografía suya que fue publicada en la portada de la Revista Imagen. He visto el tiempo reflejado en sus ojos, he visto el mar en sus ojos. Es más, la tristeza del mar yo la he visto en sus ojos ¿Por qué?

E.S. -¡Ay, que pregunta tan hermosa me haces, que bella es esa pregunta!

Yo soy del mar. Casualmente, cuando uno ve el mar desde la playa, uno se da cuenta que toca un horizonte que está lejos. Pero si uno llega a ese horizonte, entonces se da cuenta que hay otro horizonte más. Y ese horizonte, cercano o lejano; es feliz o triste. Esa felicidad o esa tristeza la da el tiempo. O la memoria.

LA POESÍA ES PROPIA.

F.F. ¿Tiene algún mensaje para las futuras generaciones de poetas venezolanos?

E.S. -Que escriban. Pero que escriban lo que ellos sienten, no lo que les proponen los demás. Porque la poesía es propia. No tiene porque recurrir a otro. Ella tiene que nacer de adentro hacia afuera.

F.F. -¿La poesía le entrega todo al hombre?

E.S. -Sí, le entrega una cosa bellísima, que es la transformación que puede hacer el pensamiento con las cosas. Porque hay que ver lo que ha hecho el pensamiento, con lo que el ha aprendido de la realidad. Uno llega a Marte ¿Usted sabe lo que es eso? Ese es el hombre que lo ha hecho, es el pensamiento humano el que lo ha hecho. Porque la realidad tiene algo muy bello: ella se deja moldear por el hombre.

F.F. -¿La poesía es la felicidad suprema?

E.S. -La poesía es el reconocimiento de que el hombre tiene un poder de transformación.

Diciembre del 2006.





























Armando Rojas Guardia: “Escribo para intensificar mi experiencia vital, la conciencia que yo tengo de la vida”.

Nos encontramos con Armando Rojas Guardia a las diez de la mañana, en un café situado en la planta baja del Centro Plaza de Altamira, en Caracas. La cita la concertó Luis Alejandro Rodríguez, un documentalista independiente con más de treinta cortometrajes en su haber; a artistas plásticos, músicos y poetas venezolanos. Lo primero que me sorprendió de Armando fue su voz, su poderosa voz. Profunda, lenta y solemnemente modulada. Recuerdo perfectamente su resplandeciente cabellera, su luminosamente blanquecino pelo. Armando Rojas Guardia reflexiona antes de hablar. Piensa lo que dice. Dice lo que piensa. Es un poeta del pensamiento. Considerado como uno de los ensayistas más importantes del país, Armando Rojas Guardia es un monumento a la vida, un monumento a la sensibilidad, esencialidad y espiritualidad del hombre. Entre sus obras más importantes destacan: Del mismo amor ardiendo (1979); Yo supe de la vieja herida (1985); Poemas de Quebrada de la Virgen (1985); Hacia la noche viva (1989); Antología poética (Monte Ávila Editores, 1993); y La nada vigilante (1994). El principio de la incertidumbre (1996), Crónica de la memoria (1999) y El esplendor y la espera (2000). En 1981, fundó, con un grupo de amigos, el grupo Tráfico.

Franklin Fernández.

F.F. -¿Cómo se le describiría usted a sus lectores? ¿Quién es Armando Rojas Guardia?

A.R.G. –Lo primero que se me viene a la mente cuando pienso en alguna caracterización posible de mi persona o de mi personalidad literaria, diría que soy un creyente. No hay en mí, pasión mayor. Ni estética, ni filosófica, ni sensual, ni práctica, que la de ser cristiano. Intento que mi obra literaria refleje esa condición. Tanto en mi poesía como en mis ensayos, existe ese reflejo. Por otra parte, considero que mi opción por la fe cristiana no es convencional ni es una elección fácil o facilitona. Yo tengo profundas diferencias con respecto a las posturas y opiniones de la institucionalidad católica. De modo que, siento un desapego crítico con respecto a muchos aspectos de esa institucionalidad. De todas formas como poeta no me reduzco sólo a ser un poeta que quiere ser cristiano, como ensayista tampoco. No reduzco toda la complejidad de mi vocación literaria al simple componente cristiano-católico, pero creo que ese componente es fundamental.

F.F. –Se dice que su vocación de poeta comienza con la religión ¿Fue su vocación poética lo que lo llevó a la religión o la religión lo que lo llevó a la poesía?

A.R.G. –Yo creo que ninguna de las dos cosas. Son dos cosas que, en mi caso, son más bien paralelas. Mi familia no era una familia que se hubiera caracterizado por ser religiosa. Mi papá era un buscador de Dios a su manera, creo que la tradición liberal republicana, estaba mucho en él. De modo que también era anticlerical. Un anticlerical militante. Mi mamá era cristiana, católica, pero tenía una idea religiosa muy simple, muy elemental. Yo creo que era más bien católica por ósmosis cultural. De modo que mi religiosidad se la debo fundamentalmente al colegio San Ignacio de Loyola. A los siete años ingreso al colegio San Ignacio, paso toda mi infancia y buena parte de mi adolescencia en el colegio, y los Jesuitas modelaron de manera definitiva, mi religiosidad.

La vocación literaria, en mí, es muy temprana, muy precoz. Yo lo cuento en un documental que me realizó Luis Alejandro Rodríguez¹. Yo relato que, a los cuatro años, una tía mía me preguntó en el jardín de su casa: –Armando, ¿cuando seas grande vas a ser poeta?- Y yo le respondí –No, no lo voy a ser, ya lo soy-. Tenía cuatro años de edad. Creo que la figura paradigmática de mi padre como poeta, jugó un papel fundamental en esa precocidad de mi vocación poética y literaria. Ahora, más adelante, cuando yo ya me asumo como un poeta, es que esa vocación literaria y poética se imbrica con el componente religioso. Pero son dos cosas paralelas, no se debe lo uno a lo otro.

F.F. –También se dice que quién escribe un poema está buscando a Dios ¿Usted busca a Dios en sus poemas?

A.R.G. –Bueno, ahora recuerdo el epígrafe de la película de Luis Alejandro, un texto de Hanni Ossott, cuando dice que el escribir un poema, para ella, es una suerte de invocación, casi una oración². Creo que todos los poetas tenemos esa misma experiencia. Creo que escribir poesía es una suerte de modalidad de una mística que podemos llamar profana. Es decir, hay varios tipos de mística. La mística vinculada a la religión de la naturaleza, la mística vinculada a las religiones de la interioridad, la mística vinculada a las religiones proféticas, históricas o abrahanicas, y la mística que podemos llamar mística profana, no vinculada a ninguna institucionalidad religiosa. Y la poesía es una variante de estos últimos tipos de mística. Creo que todos los poetas en algún momento percibimos que forma parte de nuestra experiencia vivenciada a la hora de escribir un poema, que nos acercamos a través de esa escritura poética, al misterio, a lo trascendente, a un orden de realidad distinto al que accedemos en la vida cotidiana. De modo que yo sí creo que como poeta, he tenido la experiencia de que la escritura lírica, la escritura poética, me lleva a tocar, a bordear ese ámbito de lo sagrado que trasciende la vida cotidiana.

F.F.-En ese ámbito sagrado al que se refiere, ¿el éxtasis juega un papel fundamental?

A.R.G. –Yo no he tenido en mi vida ningún éxtasis, salvo en el momento estático de la cópula erótica. Yo no diría que he tenido experiencia estática a pesar de qué me considero un ser humano orante, es decir; la oración es una de la experiencias fundamentales de mi vida y la oración ha sido milenariamente el espacio privilegiado donde ocurre la experiencia mística. Pero yo no he tenido acceso a altas costas de experiencia mística, simplemente me limito a ser un orante.

F.F. –En ese sentido, ¿un poema suyo puede ser una oración? ¿El poema es una oración?

A.R.G. –Yo creo que sí. Yo creo que sí porque un poema puede acercarlo a uno al ámbito de lo sagrado. Y muchos poetas, incluso no creyentes, ateos militantes, pueden, creo, testimoniar con su vida, que escribiendo poesía, se acercan al ámbito luminoso de lo sagrado.

F.F. –“Dios no es asunto, no es tema, sino pasión donde arder”, es una frase suya. Su poesía siempre acude a Dios, a un Dios compasivo, sensible y misericordioso ¿Por qué?

A.R.G. –Porque ese es el Dios cristiano. Y la definición clásica del Dios cristiano, está en la primera carta de Juan, incluida en el Nuevo Testamento: “Dios es ágape”, “Dios es amor”. No hay mejor definición de la naturaleza de Dios para el cristianismo, que esa. Por eso, el Dios al que yo me aproximo tiene esa característica fundamental, el ser compasivo. La experiencia religiosa cristiana tiene un matiz diferente a la experiencia religiosa en otros tipos de institucionalidades religiosas. Para el cristianismo, a Dios, a la trascendencia no se accede por la vía del templo, es decir; no es una relación vertical de la tierra al cielo pasando por el templo, sino que la religiosidad cristiana pone el énfasis en la relación ética con el otro, con el prójimo. De modo que es en el seno de esa relación horizontal con el prójimo donde ocurre la experiencia de Dios. Y eso se debe, en que la naturaleza misma de Dios, es amorosa. De modo que la compasión es la manifestación divina por excelencia.

F.F. –Para Cioran, Dios significa la última etapa de un camino, punto extremo de la soledad y de la nada. “Dios es, incluso si no es”, afirma. Para usted, ¿quién es Dios? ¿Cuál es la importancia que le concede usted a Dios en sus poemas?

A.R.G. –Bueno, ya lo he ido diciendo a lo largo de la entrevista. Dios es fundamentalmente el trascendente. Aquel que está… Dios es el corazón, el eje del ámbito de lo sagrado. El ámbito de lo sagrado; en ese ámbito, Dios es el orden de realidad que trasciende nuestra vida ordinaria, es la órbita de la satisfacción de nuestras necesidades inmediatas. Porque Dios es el corazón y el eje del ámbito de lo sagrado. El ámbito de lo sagrado no está situado en un trasmundo, es el último extracto de realidad de este mundo. Ernesto Cardenal, en “Coplas a la muerte de Merton”, tiene unos versos que a mí me han impresionado mucho siempre: “Morir no es salir del mundo, es hundirse en el”. En ese sentido, Dios como eje y corazón del ámbito de lo sagrado, envuelve y penetra toda la realidad del mundo. Es también la realidad ontológicamente suprema. Es el valor y el bien absoluto. Es la santidad, también absoluto. Y es el que posibilita esa misma vía ordinaria, trascendiéndola.

F.F.-Además de Dios, como eje esencial y fundamental de su poesía, ¿qué otros temas han sido importantes para usted? ¿De qué nos hablan sus poemas? ¿A cuál experiencia nos remiten?

A.R.G. –Bueno, mi poesía habla de muchas cosas. Yo te decía al principio que no reduzco mi experiencia literaria y poética, solo al componente religioso. Cualquiera que se acerque a mi poesía, va a notar que yo abordo muchos temas. Está el elemento erótico, está el elemento cotidiano, está el elemento histórico, está la contemplación de la naturaleza, está en algún momento la ciudad; como escenario y como protagonista de la poesía, está también mi propia cercanía autobiográfica con la locura, de modo que mi poesía abarca un espectro muy amplio de temas.

F.F. –Calles, plazas, hoteles clandestinos… ¿Qué lugares visita en sus poemas, a qué lugares vuelve?

A.R.G. –Bueno, yo diría que en mi poesía hay dos tipos de lugares fundamentales. Los íntimos, es decir; aquellos enmarcados en los que podemos llamar la casa, mi casa, mi hogar y, por otra parte, aquellos enmarcados en el ámbito que podemos llamar la calle. La calle fue una de las consignas poéticas del grupo Tráfico³: “Venimos de la noche y hacia la calle vamos”. Nosotros en Tráfico nos dimos cuenta que la poesía que se hacía en Venezuela, hasta comienzos de la década de los ochenta, salvo contadas excepciones; no abordaban suficientemente la temática urbana. Y, precisamente, porque no abordaban la temática urbana, soslayaba también esa poesía, la cotidianidad y la historia. De modo que es la impronta de Tráfico la que me llevó a explorar la calle como espacio de mi poesía. Creo que relativamente me he mantenido fiel a esa perspectiva de Tráfico, de modo que yo dividiría los enfoques temáticos de mi poesía, en esos dos grandes ámbitos: el espacio íntimo, el de mi casa; el poema que se hace en el escritorio de mi estudio bajo la luz de la lámpara en completa intimidad y el espacio urbano donde me muevo durante el día. Esos son como los dos grandes espacios que yo abordo en mi poesía.

F.F. –¿De dónde surge el nombre de Tráfico? ¿Quién los bautizó así?

A.R.G. –Yo no recuerdo con precisión, pero creo que fue Igor Barreto a quien se le ocurrió ese nombre. Tráfico quería aludir al tema urbano: el tráfico de las colas, el tráfico cotidiano en Caracas, nos parecía que ese era un nombre que combinaba lo urbano con lo cotidiano.

F.F.- De Tráfico, específicamente, ¿que recuerdos más importantes atesora Armando Rojas Guardia?

A.R.G. -Bueno, Tráfico fue importante en mi vida porque primero, lo que recuerdo es, la radical experiencia de fraternidad con esas cinco personas. Yo siempre digo que, a los integrantes del grupo Tráfico, lo único que nos faltó fue convivir en un mismo espacio, porque nos veíamos continuamente. Hubo épocas en que nos veíamos casi todos los días. De modo que fue una bellísima experiencia de hermandad, de comunión espiritual. Una comunión espiritual que se ha mantenido hasta hoy. En segundo lugar, recuerdo muy vividamente, nuestras discusiones. Nosotros nos reuníamos los jueves a mediodía, en la cervecería El León de la castellana. Era nuestra reunión oficial durante la semana. Lo que pasa es que nos veíamos muchas veces más, pero la reunión canónica, la reunión oficial, era los jueves al mediodía en El León. Y eran discusiones muy ricas, muy preñadas de ideas. Eran discusiones estéticas y filosóficas de alto calibre. Eso si lo recuerdo con mucho placer. Y en tercer lugar creo que, es indudable para mí, que a partir de Tráfico se da una impronta en la poesía venezolana que no se puede negar. Es decir; lo urbano, lo histórico, lo cotidiano, empezaron desde Tráfico a ser tratados incluso, masivamente, por los poetas venezolanos. Y empezó, además, una lectura y una relectura, en algunos casos, de la poesía norteamericana, cosa que no sucedía desde Tráfico porque la poesía venezolana gravitaba en la órbita de la poesía francesa y de cierta poesía italiana. Se soslayaba un orbe poético importantísimo como es la poesía norteamericana contemporánea. Es a partir de Tráfico cuando se empieza a estudiar la poesía de Eliot, Ezra Pound, de William Carlos William, de Robert Lowell, en fin…

F.F.- Cuando escribe, ¿cómo hace usted para identificarse con los sentimientos íntimos de otra persona que ni siquiera conoce?

A.R.G. –Los imagino. La imaginación es una herramienta muy poderosa. Sirve incluso para eso, para identificarse con los sentimientos de la persona que uno imagina. La poesía es el reino de la imaginación simbólica, de la imaginación, porque toda imaginación es simbólica. Entonces, una manera de acercarse a los sentimientos de una persona desconocida, es imaginando.

F.F. – Para usted, es muy importante la palabra, ¿cierto?

A.R.G. – ¡Absolutamente, absolutamente! En el año noventa yo sufrí una crisis psicótica que, probablemente, -eso no está claro para mí, ni para los médicos-, esa crisis afectó quizás, áreas del cerebro que tienen que ver con el lenguaje. El hecho es que yo quedé literalmente mudo. Es decir; me costaba hivanar una simple conversación cotidiana con un amigo o con una amiga. Y, por supuesto, que yo pensé que no iba a volver a escribir más nunca. Fue una crisis enmudecedora. Para una persona que toda la vida ha considerado que la palabra es el centro palpitante de la vida psíquica de uno, el no poder hablar y el no poder escribir, significó, una desgarradura. Yo tarde unos diez años en recuperar la palabra. Eso se lo debo a la dinámica misma de la vida, a la dinámica curadora, sanadora de la vida, se lo debo también a mi propio esfuerzo autoterapéutico. Yo escribí durante la década de los noventa en plena crisis de la mudez, tres libros, uno de ellos La nada vigilante, que es un libro de poesía. Algunos dicen que es mi mejor libro de poesías. Yo me propuse a escribir ese libro de poesía, para devolverme la relación orgánica con la palabra que yo creía haber perdido. Creo que si en este momento ya me curé de aquella mudez, eso se debe a esas dos cosas: a la dinámica misma curadora de la vida y a mi esfuerzo autoterapéutico por devolverme esa relación orgánica con la palabra.

F.F.- Otra cita suya: “¿Quién eres, tú sonoro al fondo de mi mismo?” ¿Qué relación tiene usted hoy consigo mismo?

A.R.G. –Bueno esa cita se refiere, es la primera frase de El Dios de la intemperie, se refiere a la relación con Dios. Porque el testimonio unánime de los místicos cristianos, es que en el centro de la interioridad humana, está Dios mismo. O sea, que Dios es como el último estrato del mundo interior humano. Entonces, cada vez que tomamos contacto con nuestro mundo interior, de una manera radical, nos contactamos con Dios.

Bueno, yo creo que hoy tengo un contacto conmigo mismo muy fértil, vamos a decir así, muy fecundo. Desde hace unos años yo disfruto de un bienestar psíquico que no tenía antes. Ese bienestar psíquico tiene cuatro pilares. El primero, una medicación adecuadísima, yo tengo un déficit eléctrico a nivel neuronal que la medicación corrige. Ese déficit eléctrico a nivel neuronal es como la infraestructura bioquímica de los episodios psicóticos que yo he padecido en mi vida y afortunadamente se ha descubierto la medicación que corrige ese déficit. En segundo lugar, el otro pilar, es la experiencia terapéutica con Jean-Marc Tauszyk, que es mi terapeuta actual. El tercer pilar es mi casa de habitación actual, es un espacio para mí sagrado y donde respiro a mis anchas. Y el cuarto pilar, es el tipo de trabajo cotidiano que realizo, que aunque no es muy rentable económicamente, pues, me permite hacer aquello a lo que vocacionalmente me siento llamado hacer. Bueno, esos son los cuatro pilares de mi actual bienestar psíquico.

F.F. -¿Qué hace usted cuando no está escribiendo?

A.R.G.- Bueno, muchas cosas. Pienso, contemplo, me dedico a mis quehaceres cotidianos, cocino, paseo, estudio, leo mucho, muchísimo. Desde la adolescencia he sido un lector voraz, leo vorazmente…

F.F. -¿Usted escribe para sentirse vivo, para dar vida a sus recuerdos?

A.R.G.-Yo creo que sí. La escritura literaria es un método, hasta cierto punto, de la intensificación de la vida. Cualquier escritor, mejor dicho; cualquier artista puede testimoniar que el arte intensifica la vida, porque implica un impulso de la conciencia y de la libertad frente a la realidad. De modo que yo creo que sí, que yo escribo para intensificar mi experiencia vital, la conciencia que yo tengo de la vida.


NOTAS:

1. El documental al que se refiere Armando Rojas Guardia es: “El esplendor y la espera”. Realizado bajo la dirección de Luis Alejandro Rodríguez en el año 2005, en Caracas, con una duración de 34:00 minutos. Actualmente, Luis Alejandro Rodríguez es un productor independiente. Ha realizado más de treinta documentales a artistas plásticos, músicos y poetas venezolanos.

2. El epígrafe completo, del poema de Hanni Ossott, es el siguiente: Dios / me quedo todo el tiempo posible / ante un poema / para que salga bien. / Es como una oración / una invocación.

3. Tráfico se consolidó como grupo entre los años 1980-1981. “Surge, con un polémico y acentuado interés confrontativo… las discusiones que este grupo de poetas logran desencadenar a propósito de una nueva manera de entender la poesía y el papel ético que debería jugar la misma en el interior de lo que ellos consideraban un ‘nuevo’ espacio intelectual venezolano”. Juan Carlos Santaella (Diez manifiestos literarios venezolanos, La casa de Bello, Caracas, 1986). El grupo estuvo integrado por Yolanda Pantin, Igor Barreto, Rafael Castillo Zapata, Miguel Márquez, Alberto Márquez y Armando Rojas Guardia.