Roberto Cipollone (Ciro), fue llevado a Pescara en 1947 donde pasó su niñez y años como un hombre joven alrededor del taller de fundición de su padre. En 1970 viajó a Holanda donde vivió por seis años empleado como trabajador de fábrica. En 1977 regresó a Italia, y se traslada a la ciudadela de Loppiano; cerca de Florencia, donde reside actualmente desde 1982. Es allí donde se establece y desarrolla “La Bottega Di Ciro”, un taller artístico medieval, o un “laboratorio de vida”; como él mismo afirma, donde pinta y hace esculturas en armonía constante con la naturaleza. Para su trabajo él emplea varios materiales usados y de desecho: madera, hierro, piedra, tela, que él considera como los más puros y hermosos en esencia, en espiritualidad.
Franklin Fernández.
(Traducción de SERGIO PANDOLFI).
F.F. -Usted fue llevado a Pescara donde pasó su niñez y sus primeros años de juventud. Allí, al lado de su padre, se ocupa de la fundición del hierro y el metal. ¿Hábleme un poco del entorno social en donde usted se desenvolvía?
R.C. -Mi ambiente era el de la periferia con muchos chicos normales que vivían en la calle porque el clima era agradable. Por un periodo viví también a lo largo del mar, donde mi mamá pescaba; con mi padre íbamos a la playa a recoger todo lo que el mar traía. Nací después de la guerra y todos teníamos que proveer de todo, también nosotros niños sin tantas posibilidades económicas nos hacíamos nuestros propios juguetes: con un carrete de hilo y una liga hacíamos tanques cometas con engrudo y papel de periódicos, barquitos con cañas, etc. Veía también a los barcos pesqueros que regresaban del mar: algunos utilizaban hélices de aviones, otros tubos de estufa como tubos de escape para los motores, delantales con remiendos de muchos colores... Esto me familiarizó un poco con el hecho de recuperar y que naturalmente era hecho por necesidad, pero tenía también su belleza.
F.F. -¿Cuántos años tiene para ese momento?
R.C. –Tengo como 8 o 9 años de edad. Por asma infantil, me trasladaron a un pueblito de montaña. En la mañana se veía salir el sol sobre el mar y veía también los barcos en el agua a 40 ó 50 Kilómetros, con mi fantasía imaginaba mi casa y a mis papás, y eran fuertes momentos de nostalgia. Entre otras cosas reuní una bonita colección de fósiles, me apasionaba el testimonio de la historia impreso en las piedras; estaba maravillado por que sabía que los fósiles estaban escondidos y también como revelaban su belleza en un material tan rígido, ¡era formidable!
F.F. -Usted trabajaba con su padre en la fundidora. ¿A qué se dedica entre el bronce, el hierro y el aluminio?
R.C. -Mi papá tenía una fundidora de bronce y aluminio en donde se producían fuentes, campanas y cosas así. Eran muy bonitas las imágenes del hierro incandescente que se formaba con la colada de metal. Algunas veces encontraba objetos con forma de caballos u otras formas y las conservaba ya desde entonces.
F.F. -¿Y es allí donde descubre que usted tiene interés por el arte, talento para el arte?
R.C. -Entre los 17 y 18 años me quedaba seguido en la fábrica a controlar los tornos que trabajaban toda la noche, platicaba con los demás obreros, algunos de ellos me contaban cuando estuvieron en prisión en Alemania o de sus ideales sociales, descubría una humanidad que había vivido momentos muy profundos. Eran momentos en los cuales el ritmo lento del girar del torno se convertía en una melodía que me empujaba a cantar.
F.F. -Con ese canto, ¿comienza usted a desarrollar su escultura?
R.C. –Sí.
F.F. –Entre obreros, ¿cómo se convierte un artista?
En la Edad Media, por ejemplo, Duccio de Boninsegna que en Siena realizó “La Majestuosidad”, antes hacía cajas para los recuerdos de bodas y también decoraba cajas normales para guardar la ropa. En otras palabras él no negaba ser un artesano normal. Otro caso fue el de Benvenuto Cellini que realizó “El Perseo” y en el mismo tiempo realizó un salero de uso común estupendo.
En una palabra no pretendían realizar cosas que duraran por su importancia.
F.F. -¿Obreros y artistas se complementan o, por el contrario, se contraponen?
R.C. -Yo creo que uno se convierte en artista también siendo un obrero, o sea, obrero y artista no se excluyen, viven bien juntos, así como la técnica y la inspiración, la creatividad. Pienso que un artista es también un buen obrero, también un “hombre faber”. El hacer es una especie de resorte para encontrar después la inspiración. Sin la posibilidad de realizar se está como perdido, porque entonces uno hace una filosofía estéril si no logra después darle una forma a las cosas que cree, que ve, que imagina, debe traducirlas para poder mostrarlas a los demás. Pero por ejemplo, están los momentos en los que uno se siente más obrero cuando se encuentra con los materiales, o se siente más artista cuando se encuentra con la belleza, en donde viene más en evidencia el aspecto estético en el cual la obra se completa en el momento de la emoción.
F.F. -¿Cuál es su interés por la arquitectura? ¿Cuál es su relación con ella?
R.C. -En 1967 habría querido inscribirme a la facultad de arquitectura y por lo tanto hacer los exámenes de integración ya que había estudiado como Técnico Mecánico para ayudar a mi papá en la fundidora, pero mi pasión era el campo humanístico.
F.F. –El arte, en pocas palabras…
R.C. –Sí. Habría querido desarrollar el aspecto artístico en seguida, pero en cambio me transferí a Holanda de 1970 a 1976.
F.F. -¿Y a qué se dedica un artista como usted en ese país?
R.C. -En Nimega trabajé en una fábrica haciendo diez mil tornillos al día en una cadena de producción con turnos muy desgastantes. Cada tanto tenía que hacer horas extras porque así la fábrica lo exigía de los obreros extranjeros. Después en 1974 fue la crisis del petróleo, la fábrica iba mal por lo que me pusieron en subsidio de paro. Me transferí entonces a Ámsterdam en donde encontré trabajo en una fábrica de lámparas, y enseguida inicié haciendo la limpieza en el taller. Recuerdo que el tiempo me obligaba siempre a correr, un día tenía una bufanda larga y corría a lo largo de una calle cuando la bufanda se enredó en una verja y yo me caí sobre la banqueta, miré alrededor para ver si alguno se había dado cuenta pero todo estaba tranquilo; entonces me dije: me quedo en el piso para descansar y para entrar de nuevo en el ritmo justo.
Estos tipos de trabajos aburridos aumentaban mi deseo de ver cosas bonitas. Cada tanto encontraba en la fábrica objetos que no tenían la medida justa o tenían algún pequeño defecto por lo que se desechaban, los separaba y se los llevaba a un amigo orfebre-escultor, Joop Falke, con el que podía colaborar en la creación de composiciones artísticas.
F.F. -¿En qué año regresa nuevamente a Italia, a su país natal?
R.C. -En 1977. Me transferí a Loppiano, una ciudadela internacional cercana a Florencia. Trabajé en una carpintería de productos artesanales. Después de la producción normal, tomaba los más pequeños desechos de madera y con ellos creaba paisajes, dándole la posibilidad de exprimir todavía algo.
F.F. -¿Qué significado tiene para usted trabajar no sólo con la madera sino también con el acero y el hierro?
R.C. -Con el tiempo he hecho también trabajos con hierro. Una vez con una azada en un enredo de alambre de púas sobre una base hecha de una astilla de bomba, quise reflejar algo de la Guerra del Golfo que estaba entonces por comenzar.
Se agregaron después algunas maderas con las formas en donde se ve lo vivido, por ejemplo la dificultad que algunas veces tienen las raíces para entrar en las piedras crean formas todavía más interesantes. Y sobre estas raíces combiné algunas piedras que estaban ya dentro de la figura y otras las añadí para hacer, por ejemplo, la cara de un guerrero o de un ángel.
Con algunos restos de madera y un par de Jeans mostraba el agua que pasaba dentro de la roca, como demostración que pueden suceder algunas cosas que parecen imposibles y que el hecho de creerlas da la posibilidad de verlas realizadas, aunque sean solo imágenes.
Durante un invierno, como la calefacción del lugar en que trabajaba era de leña, entre las cenizas y el fuego, metí las cabecitas y otras figuras de barro que había comenzado a hacer para poder modelarlas mejor sobre algunas raíces.
F.F. -¿Qué otros materiales utiliza para componer sus obras?
R.C. -Algunas veces uso también vidrio, o estofa, sin restricciones; al utilizar estos materiales diferentes unos de otros, siempre encuentro un motivo que los conecta entre sí y los convierten en algo diferente, es mas bonito que cada uno sea por si misma bello pero sobre todo sea en armonía con los demás.
F.F. -¿Cómo se inspira un maestro como usted? ¿De dónde nace esa inspiración y esa armonía de unidad con el todo?
R.C. -Muchas veces la inspiración nace de un trabajo del alma que después encuentra un material que le sugiere como exprimir lo que se tiene dentro. La madera es un buen ejemplo de esto, porque cuando es vieja tiene vetas y grietas que la hacen frágil al punto de poder romperse y entonces se tiene que secundarla. Este mismo principio está presente en las leyes de la naturaleza, que se convierte en la indicación de los procesos a cumplir, como en la elaboración de la arcilla.
En algunos signos se ve la intervención sapiente, delicada o amorosa del hombre. Y son muy bonitos estos materiales cuando tienen estos signos que el tiempo trata de borrar, pero que resaltan el testimonio de una vida inspirada a valores que nuestra tradición tenía mas presentes. Ahora muchos aspectos están destinados solo a su función, esto sucede en base a un cambio de mentalidad, una mentalidad industrializada y consumista; mientras que antes eran como dones. Esto se puede sentir y meter en luz, estos objetos tenía la función de llegar al hombre y gratificarlo. Muchas veces la realización misma tiene el objetivo de dar mensajes: solidaridad, sufrimiento o el trabajo, y estos mensajes se pueden notar por ejemplo en la forma de la azada o en otros elementos.
F.F. –El paisaje, específicamente el paisaje marino, ha sido fundamental en su vida y en su trayectoria, ¿cuál es su verdadero interés por el mar, por los barcos, por la naturaleza?
R.C. -La cercanía con la naturaleza es fundamental para mi, porque trabajo también con las formas creadas por ella; el hecho, por ejemplo de conocer y ver como se desarrollan las raíces entre las piedras, muchas veces tienen un código de su desarrollo que esta ligado al tipo de árbol en donde crecen, o también a las cosas que tienen alrededor: en el mar, la sal se incrusta a las cosas y después las hace más ligeras y más fuertes, por la cantidad de yodo y otras cosas presentes en el mar. Es un purificador maravilloso el mar; otras cosas te dan los ríos en donde todo es más orgánico. Los ríos son más delicados con las cosas, pero el mar las purifica.
F.F. -¿La madera o el hierro le sugieren formas, le dicen lo que son o, por el contrario, lo qué quieren ser?
R.C. -Generalmente encuentro las piezas y estas me sugieren también lo que tengo que hacer. Pero también dentro de mí tengo algo que me llama y me ayuda a orientarme un poco. Entonces después veo la piezas de otra manera, se convierte en un encuentro feliz entre la idea que tengo y las piezas adaptas. Otras veces en cambio, por un pedido, estoy obligado a hacer las cosas de un cierto modo que no me satisface, pero encuentro el modo de personalizarlo y al final el resultado es muy diferente, más personal, con más significado.
F.F. –De lo poco o mucho que ha vivido y experimentado en la vida, ¿cómo es su relación con ella?
R.C. -A veces se siente alrededor poco respeto por la vida y surge dentro de ti una especie de rebelión y te dices: encontramos soluciones diferentes. A este punto te das cuenta que también en nuestra vida tenemos que afrontar esto y entonces un pedazo de madera que parece que no sirve para nada puede todavía ser útil en algo y manifestar su belleza, una belleza que es muchas veces la belleza de las arrugas, de las manos callosas…
Este tipo de belleza no es superficial, si no una belleza ligada a la bondad, porque entre bondad y belleza existe una relación. Por la cual creo que la belleza no es solo efímera, puede serlo, pero yo busco que sea algo que se construye dentro, que no se tiene como fin ella misma.
F.F. -¿Qué es la belleza para usted? ¿La belleza nos puede decir algo?
R.C. -Un florero puede ser bonito pero también puede decir algo. En esto los orientales, por ejemplo, son muy capases de ordenar los espacios de manera tal que, con pocos elementos, dan una sensación de orden, de equilibrio; sobre todo en el Novecientos dieron una lección maravillosa a artistas como Van Gogh y Matisse, entre otros.
Una ves tenía libros viejos, casi ilegibles, pero que conservaban su parte externa, entonces pensé en usarlos para combinarlos junto con otros objetos y poniendo en evidencia las tapas de cuero.
F.F. -Un libro, un clavo o un zapato, ¿pueden activar una simbología?
R.C. -Uso seguido clavos viejos para ilustrar la cruz, el sufrimiento; o las azadas como símbolos del trabajo y de la fatiga del hombre, de la cercanía con la tierra.
F.F. –En ese sentido, ¿piensa usted constantemente en el hombre? ¿En la relación de este con las cosas que lo rodean?
R.C. -Algunos objetos fueron hechos pensando en el hombre, como la pala para remover la tierra, que fue hecha para adaptarla a la forma de la mano; esto quiere decir que el hombre define también las formas y dimensiones.
Y sobre estos objetos el tiempo deja su marca, se consuma. El hecho que las cosas no nos sobrevivan es normal. Es justo que sea así; porque el plástico, por ejemplo, da la ilusión de eternidad pero después, en efecto, traiciona todas las cosas, mientras que la madera pertenece más al ciclo de la vida y es más cercana a nuestras experiencias.
F.F. –¿Trabaja usted constantemente con desechos para permanecer?
R.C. -En algunas ocasiones me reprochan el hecho que trabajo con estas cosas que son corruptibles; ¿durarán? Ninguno de nosotros dura, al menos en apariencia.
Después es necesario agregar también una búsqueda continua. Por ejemplo, a veces uno dice: ahora haces siempre peces o solo pájaros, ¿por qué? ¿Los haces en serie?
No es tanto la serie, es como una forma de búsqueda; existen formas diferentes en el hecho de componer, en el modo de poner las cosas en el espacio; creo que es un modo de llegar a la solución optima, sin excluir fases por las que se tiene que pasar, es el conocimiento que llega desarrollado un trabajo por lo que es bueno, algunas veces, insistir sobre la misma cosa.
F.F. –Gracias Roberto, por compartir con nosotros estas maravillosas y hermosas palabras…
R.C. -No soy muy bueno para comentar mi trabajo, se sobre la génesis de donde encuentro el material pero no tengo la capacidad suficiente para poder describirlo, porque es ya una creación realizar el trabajo; paso un buen tiempo al terminarlo, observando, viendo si transmite el mensaje que quiero dar, si está completo. Algunas veces me confronto también con otros para ver que tipo de emoción suscita.