LA EXPLORACIÓN POR LA PALABRA
Por Juan Calzadilla.
La investigación documental entendida como entrevista, testimonio personal, documentación fotográfica y/o fílmica, realizada en el sitio de trabajo o en el entorno doméstico o social de los artistas plásticos, ya no pareciera interesar a la crítica y a los museos de hoy con la intensidad y entusiasmo con que estos recursos se emplearon, para no ir muy lejos, en las décadas del sesenta y del setenta de nuestro arte. Por esa época, y gracias a tal estímulo, los creadores populares que se conocieron como naïfs o pintores intuitivos, alcanzaron gran difusión y estima al punto de que su revelación -generalmente acompañado de significativas exposiciones- fue en gran medida obra del esfuerzo de un grupo de promotores por el estilo de Carlos Contramaestre, Alfredo Armas Alfonzo, O. González Bogen, Willy Aranguren y, más tarde, Mariano Díaz, quienes de manera desinteresada y con muy poco apoyo de las instituciones se volcaron a la tarea de recorrer el país para rescatar, estudiar, valorar y dar a conocer, a través del testimonio y la palabra, a tales ingenios. La calificación de pintores como Bárbaro Rivas, Salvador Valero, Feliciano Carvallo, Víctor Millán, Emerio Darío Lunar, Antonio José Fernández, Josefa Sulbarán, Armando Rafael Andrade, Carmen Millán y tantos otros, fueron fruto de una aventura exploratoria que nunca partió de los museos, pero que concluyó con la aprobación de éstos. Tanto es así que gran parte de la información que hoy se maneja sobre estos creadores marginales constituye una abundante base de datos iniciada a partir de la Investigación personal realizada por aquellos -para decirlo de algún modo- curadores itinerantes.
La misma referencia puede llevarnos, no al campo de las artes intuitivas, sino a ese otro espacio, más instruido, conocido como arte “culto” y reservado en este caso a jóvenes que pugnaban por revelarse y a quienes no se estaba dispuesto a prestar atención cuando faltaba para respaldarlos el juicio de la crítica o el apoyo testimonial del investigador independiente y apasionado. Mucho de lo que en calidad documental se hizo por entonces para rescatar la memoria del arte, en lo que éste tiene de más deleznable pero más imperioso, queda plasmada en entrevistas enjundiosas, reportajes fotográficos y fílmicos hechos a nuestros artistas plásticos consagrados como Manuel Cabré, Pedro Ángel González, César Prieto, Alejandro Otero, Francisco Narváez, Pascual Navarro, Jesús Soto, para solo referirnos a los que, antes de morir, recibieron el beneficio de una copiosa literatura testimonial. Todos ellos hubieran sido menos reconocidos hoy si el abordaje de sus obras se hubiera limitado exclusivamente al trabajo de los críticos de arte y si éstos no hubieran acudido, para sus juicios, a la palabras, imágenes, conversaciones, grabadas o impresas, que quedaron como documentación imprescindible para el estudio de sus trayectorias.
Franklin Fernández, artista experimental y poeta minimalista, de obra en ascenso y ya reconocida, retoma el género testimonial para proporcionarle un formato cuya eficacia está demostrada por las amplia cobertura que sus entrevistas a creadores de diverso signo han recibido en la prensa y en páginas de internet. Sin ninguna clase de prejuicios –como los que ha generado la odiosa separación de “arte culto” y arte popular- ,Fernández concibe sus entrevistas –parte de las cuales se reúne en este volumen- dentro de un amplio espectro temático que va del arte primitivo asentado en tradiciones raigales o de naturaleza espontánea, a la obra de artistas contemporáneos cuyos registros coinciden y de cierta manera se identifican con el lenguaje personal que, en torno a la poesía objetual y al objeto poético ha venido desarrollando Fernández como núcleo de su propuesta estética, en el marco de un arte experimental donde interaccionan forma e invención por la palabra, imagen y objeto.
Sin embargo, lo que podría parecer contradicción entre dos saberes estéticos tan opuestos –lo popular y las vanguardias- se resuelve aquí en una conjunción amorosa de sentidos en la cual lo importante pareciera ser para Fernández explorar hasta donde sea posible la relación entre el arte como objeto y símbolo y la palabra como concepto que explica la situación originaria en que se instala el creador para realizar su obra. Constatamos así, a través de la inquisitiva mirada de Fernández, que la razón que de sí mismo y de su universo nos da el artista constituye parte esclarecedora de su propia obra, y que sin esa auto- revelación personal, tal como se consigna en estos testimonios, sería de escasa utilidad –y hasta vacuo- considerar que esa obra podría pasar por sí sola a la historia.
Juan Calzadilla. Poeta, dibujante y críco de arte Venezolano. Es Premio Nacional De Artes Plásticas 1996.
La investigación documental entendida como entrevista, testimonio personal, documentación fotográfica y/o fílmica, realizada en el sitio de trabajo o en el entorno doméstico o social de los artistas plásticos, ya no pareciera interesar a la crítica y a los museos de hoy con la intensidad y entusiasmo con que estos recursos se emplearon, para no ir muy lejos, en las décadas del sesenta y del setenta de nuestro arte. Por esa época, y gracias a tal estímulo, los creadores populares que se conocieron como naïfs o pintores intuitivos, alcanzaron gran difusión y estima al punto de que su revelación -generalmente acompañado de significativas exposiciones- fue en gran medida obra del esfuerzo de un grupo de promotores por el estilo de Carlos Contramaestre, Alfredo Armas Alfonzo, O. González Bogen, Willy Aranguren y, más tarde, Mariano Díaz, quienes de manera desinteresada y con muy poco apoyo de las instituciones se volcaron a la tarea de recorrer el país para rescatar, estudiar, valorar y dar a conocer, a través del testimonio y la palabra, a tales ingenios. La calificación de pintores como Bárbaro Rivas, Salvador Valero, Feliciano Carvallo, Víctor Millán, Emerio Darío Lunar, Antonio José Fernández, Josefa Sulbarán, Armando Rafael Andrade, Carmen Millán y tantos otros, fueron fruto de una aventura exploratoria que nunca partió de los museos, pero que concluyó con la aprobación de éstos. Tanto es así que gran parte de la información que hoy se maneja sobre estos creadores marginales constituye una abundante base de datos iniciada a partir de la Investigación personal realizada por aquellos -para decirlo de algún modo- curadores itinerantes.
La misma referencia puede llevarnos, no al campo de las artes intuitivas, sino a ese otro espacio, más instruido, conocido como arte “culto” y reservado en este caso a jóvenes que pugnaban por revelarse y a quienes no se estaba dispuesto a prestar atención cuando faltaba para respaldarlos el juicio de la crítica o el apoyo testimonial del investigador independiente y apasionado. Mucho de lo que en calidad documental se hizo por entonces para rescatar la memoria del arte, en lo que éste tiene de más deleznable pero más imperioso, queda plasmada en entrevistas enjundiosas, reportajes fotográficos y fílmicos hechos a nuestros artistas plásticos consagrados como Manuel Cabré, Pedro Ángel González, César Prieto, Alejandro Otero, Francisco Narváez, Pascual Navarro, Jesús Soto, para solo referirnos a los que, antes de morir, recibieron el beneficio de una copiosa literatura testimonial. Todos ellos hubieran sido menos reconocidos hoy si el abordaje de sus obras se hubiera limitado exclusivamente al trabajo de los críticos de arte y si éstos no hubieran acudido, para sus juicios, a la palabras, imágenes, conversaciones, grabadas o impresas, que quedaron como documentación imprescindible para el estudio de sus trayectorias.
Franklin Fernández, artista experimental y poeta minimalista, de obra en ascenso y ya reconocida, retoma el género testimonial para proporcionarle un formato cuya eficacia está demostrada por las amplia cobertura que sus entrevistas a creadores de diverso signo han recibido en la prensa y en páginas de internet. Sin ninguna clase de prejuicios –como los que ha generado la odiosa separación de “arte culto” y arte popular- ,Fernández concibe sus entrevistas –parte de las cuales se reúne en este volumen- dentro de un amplio espectro temático que va del arte primitivo asentado en tradiciones raigales o de naturaleza espontánea, a la obra de artistas contemporáneos cuyos registros coinciden y de cierta manera se identifican con el lenguaje personal que, en torno a la poesía objetual y al objeto poético ha venido desarrollando Fernández como núcleo de su propuesta estética, en el marco de un arte experimental donde interaccionan forma e invención por la palabra, imagen y objeto.
Sin embargo, lo que podría parecer contradicción entre dos saberes estéticos tan opuestos –lo popular y las vanguardias- se resuelve aquí en una conjunción amorosa de sentidos en la cual lo importante pareciera ser para Fernández explorar hasta donde sea posible la relación entre el arte como objeto y símbolo y la palabra como concepto que explica la situación originaria en que se instala el creador para realizar su obra. Constatamos así, a través de la inquisitiva mirada de Fernández, que la razón que de sí mismo y de su universo nos da el artista constituye parte esclarecedora de su propia obra, y que sin esa auto- revelación personal, tal como se consigna en estos testimonios, sería de escasa utilidad –y hasta vacuo- considerar que esa obra podría pasar por sí sola a la historia.
Juan Calzadilla. Poeta, dibujante y críco de arte Venezolano. Es Premio Nacional De Artes Plásticas 1996.
No hay comentarios:
Publicar un comentario