viernes, 12 de enero de 2007

Valentín Malaver: “Guarame, más que el nombre de un pájaro, es el nombre de mi pueblo. La presencia del nombre de mi pueblo a través de la escultura”.

Franklin Fernández.

F.F. -Usted nace en Guarame, Estado Nueva Esparta, en 1968. Valle margariteño que se levanta entre Guayamurí y Mata Siete. Una zona rica en minerales pétreos, fósiles marinos, arrecifes coralinos, aves y especies oceánicas…

V.M. -Sí, fíjate. La casa donde nací, mi casa en Guarame, tenía un patio. El patio de mi casa era el mar, la playa, pero no había arena. Recuerdo perfectamente que habían muchas piedras en la orilla. Ese fue mi primer ambiente natural, mi primer entorno cercano, mi primer contacto directo con el arte. A primera vista eran playas donde varaban pedazos de palos, ramas secas, objetos, peces, trozos de madera y canto rodados.

F.F. -¿Qué son los canto rodados?

V.M. -Los canto rodados son las piedras que, a través de los años, en el ir y venir de las olas, se transforman, se alizan, se pulen, se convierten en piedras pulidas: bolas de piedras pulidas. Los canto rodados son como los corazones de las piedras. Están en el fondo del mar, vuelven y regresan y, en ese constante ir y venir de olas, llegan a la playa. El rodar del oleaje, el movimiento de las olas, las llega a pulir. El canto rodado es una especie de escultura natural que se forman en el ir y venir de las aguas, son esculturas.

F.F. -¿Guarame, el nombre de su pueblo, se le debe a un ave que abunda en las faldas de la montaña de Guayamurí?

V.M. -Sí. El Guarame es un pájaro nativo de las isla, es un pájaro que vuela mucho, no se queda en un solo sitio, vive volando. Hay una temporada en que esos pájaros llegan por cantidades, el pueblo se inunda de ellos y luego se van, emigran, cruzan el mar, siguen un rumbo desconocido.

Tengo varias obras tituladas Guarame. En mis esculturas, siempre han estado presentes formas y nombres de aves, pero no necesariamente tienen que llevar nombres de aves y tener una forma específica de ave, pero los nombres y las formas están allí.

Hay una intención de buscar, de mantener allí en forma permanente; el nombre de mi pueblo ¿Qué es Guarame? Yo te respondería hoy: Guarame, más que el nombre de un pájaro, es el nombre de mi pueblo. La presencia del nombre de mi pueblo a través de la escultura.

F.F. -Usted se inicia en el mundo artístico a partir del reconocimiento de las piedras y la madera de playa Guacuco. Se dice que es un escultor formado entre la sal, el mar, el viento y los pescadores de la isla ¿Cómo va madurando, cómo se va formando un escultor?

V.M. -En mi caso, como bien te decía, es una experiencia de vida, una experiencia de vida que viene evolucionando desde mi infancia. Mis esculturas comienzan siendo lo que son: canto rodados. Canto rodados que generalmente intervenía. Yo les agregaba algunas cosas, como por ejemplo, una base de madera. De manera muy artesanal y muy ingenua, los intervenía. Algunas piedras me sugerían formas. Por ejemplo, tengo algunas piedras a las que les hacía dibujos. Entonces a esas formas les agregaba algunas líneas, algunos perfiles. Aún conservo algunas de esas piedras. Creo que hubo allí un intento de crear una ilusión o, por el contrario, fue mi primer intento de crear una escultura. Es decir, crear algo real, algo concreto, pero sin necesidad de cincelar, tallar o esculpir. Muy ingenuamente hacía esculturas que parecían ser esculturas y que no sabía si eran esculturas, porque yo no tenía en ese momento, ni la menor idea de qué era una escultura, de qué era eso. Buscaba formas simplemente. La palabra escultura para mí no existía. Estas piedras por lo general me sugerían formas animales. ¡Claro! Para mí eran formas muy artesanales.

F.F. -¿Cómo llega Valentín Malaver a la escultura?

V.M. -Si me preguntas por los inicios antes de la escultura, te respondería; que sin el más mínimo conocimiento básico de qué era una escultura, llego a la escultura. Había una necesidad de buscar, de hallar, de encontrar y de recoger objetos, de intervenirlos. Hay que dejar claro que es algo que hacía desde niño, muy ingenuamente. En ningún momento tenía conciencia de ello. Fue un proceso, es y sigue siendo un proceso. En mis comienzos no había escultor. Ahora bien, el no saber fue lo que me motivó y me inspiró para ingresar a una escuela de arte.

F.F. -¿Cuándo y cómo descubre la piedra como elemento de expresión? ¿Por qué la piedra y no el barro, la madera, el hierro o el metal?

V.M. -¿Por qué las piedras? En primer lugar, porque ellas fueron mi primer contacto directo con el mundo. En segundo lugar, porque sencillamente siempre he trabajado con piedras. Te podría responder que desde mis inicios, desde los canto rodados hasta hoy, me interesa la piedra porque me parece un material inagotable. También por ser un material con el que me identifico y hasta los momentos no he sentido la necesidad de experimentar, de expresarme con otros materiales. No me niego a trabajar con otros materiales porque pienso que cada uno de ellos es un mundo distinto. Experimentar con otro es entrar en otra experiencia. Pero todavía, no ha llegado ese momento. Nunca me identifiqué con la madera, porque para mí es un mundo distinto al de las piedras.

F.F. -¿Cuáles son para usted las diferencias o las semejanzas, entre trabajar con un trozo de mármol o de piedra serpentina?

V.M. -Hay una diferencia. Yo te podría decir, que la diferencia que yo veo entre la piedra serpentina y el mármol, es que la piedra serpentina está viva y el mármol no, la piedra serpentina tiene una energía que el mármol no me ofrece. El mármol es un elemento muy frío. Vale decir, que con referencia a mi trabajo, la comunicación y el lenguaje que he tenido con la serpentina, no lo he logrado con el mármol.

F.F. -Una constante en toda su obra, es la obsesión por las tensiones entremezcladas de la materia: la espiral y la curva, lo laberíntico y lo enmarañado, lo vertical y lo horizontal, la flotabilidad y la suspensión, el descanso y el equilibrio, las formas alargadas y extendidas, lo arqueado y lo desplegado, lo flameante y lo ondulado, lo estático y lo cinético, el giro y el movimiento, las texturas ásperas y rugosas, lo delicado y lo pulido, los espacios llenos y vacíos. Todo ello prescrito, casi siempre, por nuevas formas, por nuevas ideas que se imponen…

V.M. -Esa es una descripción de lo que tú vez y podría compartirla contigo. Mi trabajo tiene mucho que ver con el entorno y con mi realidad. Al parecer, mi realidad se ha hecho más consciente, la manera de ver y de entender el mundo que me rodea. De tal manera que, sin planteármelo y por la constante en mi trabajo, estoy viendo que, al fin, mi obra va teniendo un discurso, y ese discurso ha ido fluyendo solo. Ese discurso tiene que ver con lo que soy y con lo que he vivido. Insisto, es una experiencia de vida. Por eso podríamos ver en mis comienzos, en mis inicios, esos pájaros que salían y no salían, esos fósiles que parecían llegar a ser fósiles y no terminaban de serlo. Mi constante me está dando un discurso que antes yo no tenía claro. En ese sentido, estoy tratando de alimentar mi trabajo con la poesía. Por ejemplo, esas formas de las cuales hablamos: pájaros, aves, fósiles, cangrejos... son animales que han venido como persiguiéndome y están presente en mi trabajo porque forman parte de mi entorno. Estoy tratando; con la ayuda de la poesía, de convertir, de transformar todos estos elementos, todos estos animales, en metáforas. Sin caer en lo figurativo. Hay simplemente una búsqueda de la imagen, una sugerencia: quiero que mis esculturas vuelen sin ser aves.

F.F. -¿Por qué lo seducen tanto los pájaros y las aves?

V.M. -Lo de las aves, la manada de aves sobre el arrecife o sobre el nuberío de Guayamurí; la manada de gaviotas o de pelícanos, tienen una relación directa con el valle donde nací, te lo comenté al principio. Lo del ave tiene que ver con mi tierra, tiene que ver con mi gente, tiene que ver con mi entorno, tiene que ver conmigo. Si el nombre de Guarame se lo debemos a un pájaro que habita en las inmediaciones de la isla, en las inmediaciones del valle de Guayamurí, también se lo debemos al hombre y su cultura.

Lo de las aves, mi relación con las aves, también tiene que ver con mi interés por el vuelo, con la sensación de volar. También con la sensación de anchura y amplitud, cercanía y lejanía, altura y movimiento, equilibrio y permanencia, quietud y flotabilidad, que es lo que yo busco, lo que quiero lograr en mi escultura.

F.F. -¿Por qué lo seducen las huellas, los vestigios, los rastros, los restos fósiles?

V.M. -Lo de las huellas y los vestigios, digamos que es una imagen que está en mi desde los inicios. Una de mis últimas exposiciones fue titulada “Rastro del tiempo”. Que para mí no es más que el rescate de la memoria.

F.F. -Muchas de sus obras nos remiten hallazgos arqueológicos, esculturas primitivas, formas arcaicas, inmemoriales ¿Qué lo lleva a la creación o al descubrimiento de esas formas orgánicas, petrificadas, prehistóricas, a la concepción de ellas y a la idea de sus títulos para sus piezas?

V.M. -Mira, hay algo que de repente es bueno destacar allí, en mi trabajo. Mis esculturas no me las planteo yo solo, mis esculturas salen a través de un lenguaje, de una comunicación directa entre la piedra y yo. Cuando trato de trabajar una piedra sin tomar en cuenta su personalidad; porque las piedras tienen personalidad propia, estoy violando, estoy violentando la piedra y el resultado no es el esperado. Para mí, y ya lo he dicho en otras oportunidades; las piedras tienen vida propia, las piedras tienen formas, las piedras hablan, las piedras deciden lo que quieren ser. Yo, solo soy obediente. Por eso el resultado son formas que voy descubriendo dentro de la misma piedra y que se hace presente. Llega un momento en que la escultura misma te dice lo que es, lo que ella es. Quiero que también se relacionen y las relacionen con la realidad de todos. Vivimos en un país petrolero, caminamos sobre fósiles donde el origen, la huella y el pasado, están presentes. Tenemos en nuestro país, nada más y nada menos, que parte del territorio más antiguo de la tierra.

F.F. -A diferencia de Pedro Barreto o Gilberto Bejarano, usted no utiliza el color en sus esculturas. Sin embargo, uno puede apreciar ciertas tonalidades, ciertas gamas, ciertos matices, ciertas coloraciones naturales en muchas de ellas ¿Cuál es la importancia que usted le confiere al color en sus esculturas?¿Cuál es su interés por el color?

V.M. -El color en mis esculturas hace viva la obra. Sin el color no hay vida. El colorido que ofrece la piedra serpentina es un mundo para explorar, es un mundo rico en imágenes. Una de las cosas que caracteriza a la piedra serpentina es la riqueza de sus tonalidades.

F.F. -¿Usted pasa de lo nimio a lo monumental y viceversa? ¿Qué papel juegan las diferencias de escalas, tamaños, dimensiones y volúmenes en su obra?

V.M. -Una de las cosas que quiero comenzar a hacer y que es lo que me está llevando de nuevo hacia Margarita, por razones de espacio, es la idea de comenzar a trabajar obras de gran formato. Eso sí, aún pensando en el formato grande, quiero que las piedras pesen menos, hacerlas más livianas y que sean como líneas flotando en el espacio. Quiero que cuando el público contemple mis esculturas más recientes, no noten el peso de la piedra sino su liviandad, quiero que se fijen en su flotabilidad, en la sutileza del trabajo...

F.F. -¿Cómo lograr que la piedra levite, gravite, pese menos como usted desea, en los nuevos espacios o entornos del arte contemporáneo? ¿Cómo lograr que la piedra se mueva a la misma velocidad con que se mueve el mundo del arte, el mundo de hoy? ¿Crees que con la utilización de nuevos materiales; los materiales más modernos, dejando atrás los materiales tradicionales y convencionales, pueda lograr y concretar sus objetivos?

V.M. -Yo creo que sí. Uno de mis retos es tratar de lograr que mis piedras, más allá de ser piedras, se conviertan en un material liviano que gravite, que flote y que pueda convivir, con los materiales más modernos utilizados en el arte contemporáneo. Es un reto que me impongo desde ahora, desde siempre...

F.F. -¿Trabaja muchas horas por día? ¿Trabaja varios días por horas? ¿Trabaja todos los días? ¿Cómo trabaja, cómo organiza su tiempo un escultor?

V.M. -Yo trabajo mis esculturas aproximadamente entre ocho y diez horas diarias. Me refiero a la parte física, porque mis ideas no se detienen nunca. Quiero dejar claro, que en ningún momento se detiene mi proceso creativo. Estoy permanentemente moldeando, esculpiendo ideas, pensando en mis esculturas. Incluso sueño con ellas. Te puedo decir, que nunca sueño con lo que estoy haciendo en el momento, sueño con lo que vendrá...

F.F. -A nombrado el mármol y la serpentina en varias oportunidades, ¿qué otro tipo de piedras utiliza para sus obras y por qué? ¿Qué instrumentos emplea para darle forma y vida a las piedras? ¿Qué herramientas utiliza para el trabajo?

V.M. -Yo siempre utilizo la serpentina y el mármol. Hay otro tipo de piedra que estoy trabajando ahora. Es una piedra muy dura que me está dando buenos resultados. Pero mi trabajo, desde que estoy en la escultura, lo he desarrollado con la piedra serpentina, que no es la misma piedra jabón (que es serpentina también), utilizada por los artesanos.

Y las herramientas que utilizo actualmente para trabajar mis esculturas son el taladro, el esmeril y la lijadora. Yo tengo como cinco años o más que no utilizo un cincel, que no utilizo un martillo. Mi cincel es un taladro.

F.F. -¿Es la roca la que define la obra o hay una forma preconcebida en la imaginación? ¿Tiene una idea clara o precisa desde el principio?


V.M. -Bueno, sí, siempre tengo una idea de cómo voy a comenzar, lo que no sé, a veces, es cómo puede terminar la obra, cómo voy a terminar la escultura. Ya que solo no depende de mí sino también de la piedra. Por ejemplo, si yo digo que las piedras hablan, ¿cuándo verdaderamente comienzan hablar las piedras? Comienzan a hablar en el momento que se quiebran cuando las estoy trabajando. Los quiebres y las fracturas, para mí, no son accidentes, no forman parte del azar. Sencillamente forman parte de la obra. Son una manera de sugerirme formas que no estaban planteadas y que me van permitiendo ir evolucionando en el trabajo.

F.F. -Dice que tiene una idea clara de cómo va a comenzar el trabajo. Pero, ¿siente alguna premonición, algún presentimiento previo al trabajo?

V.M. -Nunca. Porque yo estoy trabajando la obra consciente de que la estamos realizando entre dos.

F.F. -Usted dice que las piedras hablan, que las piedras enmudecen, que las piedras sugieren ¿Qué le dice a las piedras y ellas que le dicen a usted? ¿Hasta qué punto han sido importantes las piedras en su vida?

V.M. - Han sido tan importantes que forman parte de mí, ya que yo me he casado con la escultura y las piedras son el alma o la vida de ese matrimonio. Y son precisamente las piedras las que me han permitido ser utilizadas como mi medio de expresión. Han sido tan importantes, que la experiencia que he tenido con las piedras, me han llevado definitivamente a escribir sobre ellas y lo estoy haciendo.

F.F. -¿Qué artistas han influido en usted, en su proceso creativo, en su creación y evolución plástica, en su vida?

V.M. -Podríamos volver a retomar la palabra “entorno”. He tenido la fortuna de tener en mi entorno la obra y la presencia de un artista como Francisco Narváez; aunque no lo conocí personalmente. También la obra y la presencia de Pedro Barreto y Gladys Meneses. Desde la poesía he contado con la presencia del poeta Gustavo Pereira. Su poesía ha sido determinante en mi trabajo. También he contado con la presencia de los arquitectos Bernabé Ruiz y Fruto Vivas. Trajo sus frutos...

Entre los artistas internacionales incluiría a Chillida que es muy importante en mi trabajo. También a Henry Moore y Brancusi. Por otro lado, he contado con los apoyos de los críticos Juan Carlos Palenzuela y Bélgica Rodríguez. También le debo mucho a Mariela Provenzali, todos ellos han sido muy importantes en mi formación plástica e intelectual.

Pero también he contado con la presencia de una persona muy especial, muy importante para mí: Angélica García, mi esposa, mi compañera de viajes.

F.F. -¿Cuál es su relación con el dibujo o la pintura, la música o la poesía?

V.M. -Soy muy mal dibujante y muy mal pintor. Pero a mi me gusta mucho el dibujo y la pintura. Me gusta mucho la poesía, trato siempre de tener contacto con ella, me alimenta. Por otro lado, soy un músico frustrado, pero me gusta muchísimo la música. La música forma parte de mí. Yo estudié música hace muchos años. Estudiando música inmediatamente me di cuenta de lo que quería. Viendo que no era lo que buscaba, me inscribo en la escuela de artes plásticas. Fue un salto importante, ya que desde la música, me encuentro por primera vez con la escultura, que si era lo que estaba buscando. La escultura es lo que se mantiene y me mantiene. Es lo que he estado haciendo hasta el día de hoy.

F.F. -Si tuviese que describirse o esculpirse asimismo, ¿cómo se esculpiría? ¿Cómo se describiría asimismo Valentín Malaver?

V.M. -Yo tengo un amigo, Carlos Barreto, que siempre me dice que mis esculturas no son fósiles sino autorretratos míos, por mi nariz... ¡ja, ja, ja...!

F.F. -¿Cómo fue su experiencia y su estadía en París? ¿Qué impresión se trae de Francia, de sus artistas y de sus museos?

V.M. -Es una experiencia que todo estudiante de arte, o todo artista, quisiera tener. Poder ver en vivo las obras de los grandes, las grandes obras que forman parte de la historia del arte. París es una gran ciudad. Me impresionó su arquitectura, sus grandes museos. Es una ciudad que lo alimenta a uno desde un punto de vista artístico, que nutre y nos hace ver la importancia de las artes en el mundo. Agradezco mucho a la embajada de Francia. Y además agradecer también a los artistas, a los críticos que conformaron el jurado para otorgarme ese premio. Fue un viaje muy breve, de pocos días, pero tuve la suerte de tener en París el apoyo de un amigo, de un compañero, el artista plástico Carlos Poveda, quien me orientó y me sirvió de guía en Francia. Se lo agradezco mucho.

F.F. -¿Cómo ha ido evolucionando su obra en estos últimos años?

V.M. -Yo te decía fuera de la entrevista y te lo vuelvo a decir para que lo apuntes, que yo veo a mis esculturas como a un niño, como a un niño que va creciendo y que, este niño, ya está hablando, va obteniendo su propio lenguaje. Claro, a este niño le falta mucho por crecer y por hablar...

F.F. -Para usted, ¿cuál debería ser la primera responsabilidad de un artista docente? ¿Qué le diría, qué le recomendaría a los estudiantes que se inician por primera vez en el mundo de la escultura?

V.M. -En principio, un docente tiene que tener olfato, un docente debe descubrir, debe tantear, debe saber si el estudiante tiene talento o no. Hay que tener instinto para eso. Si el estudiante tiene talento y eso se percibe, hay que estimularlo y orientarlo. Hay que orientarlo hacia la especialidad que al estudiante más le guste, con la cual él se sienta afín, se sienta cómodo. Lo más importante que hay que decirle al alumno es que es muy importante la disciplina, eso hay que decírselo desde el principio, todos los días: oficio, oficio y más oficio, disciplina, disciplina y más disciplina. Que entiendan que sin eso, sin el oficio y sin la disciplina, no hay talento que valga.

F.F. -¿Quiere dejar un precedente en la escultura venezolana?

V.M. -Trabajo mi obra porque siento una gran pasión por la escultura, y es el medio que utilizo para expresarme. El artista trabaja con la intención de ver evolucionar su trabajo. Será el tiempo el que dirá si habré dejado una huella o habré aportado algo a la escultura venezolana.

Barcelona, 20 de marzo 2006.


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