viernes, 12 de enero de 2007

Pedro Barreto: “La escultura es una forma de embellecer el espacio”.

Pedro Barreto nació en Santa Catalina, Territorio Federal Delta Amacuro, en 1935. En sus comienzos, fue aprendiz de carpintero en su ciudad natal. Llegó a Caracas en 1954 para inscribirse en la Escuela de Artes Plásticas y Artes Aplicadas, de la cual egresó en 1958. Se dirigió luego a Roma, donde continuó sus estudios de escultura. En 1960 se establece en París y se inscribe en la Escuela Nacional Superior de Bellas Artes. Decidió regresar a Venezuela al año siguiente, y se instala en Barcelona, estado Anzoátegui, donde reside y trabaja desde entonces. En esta ciudad fue profesor de escultura y luego director de la Escuela de Artes Plásticas Armando Reverón. En 1970 viajó a Japón, donde trabajó hasta 1973 en la Escuela de Arte de la Universidad de Tokio. Realizó exposiciones individuales en el MBA, 1966; Galería Track, 1970; Centro de Escultura Contemporánea, Tokio, Japón, 1972; Museo Gran Mariscal de Ayacucho, Cumaná, estado Sucre; GAN, 1977 y 1979; Museo de Arte Contemporáneo Francisco Narváez, Porlamar, estado Nueva Esparta, 1981; Galería Venezuela, Nueva York, 1985; Galería Durban, 1991, 1996. Obtuvo el Premio Nacional de Escultura en el XXVIII Salón Oficial de Arte Venezolano, MBA, 1967; Premio Shinsakasho, Museo Metropolitano, Tokio, Japón, 1972; Premio Bienal de Arte de Puerto La Cruz, estado Anzoátegui; Premio del Salón Nacional de Escultura, Museo de Barquisimeto, estado Lara; Premio Bolsa de Trabajo Salón de las Artes Plásticas, MBA, 1976; Premio Andrés Pérez Mujíca, Salón Arturo Michelena, Valencia, 1993; Premio Armando Reverón, AVAP, 1995... entre otros.

Franklin Fernández.

F.F. -¿Qué recuerdos guarda de Santa Catalina, esa pequeña aldea próxima a la Sierra de Imataca, en el Delta del Orinoco, donde usted nació?

P.B. -No recuerdo nada. No recuerdo absolutamente nada de eso. Yo nací en Santa Catalina, nací allí nada más. Pero me crié en Tucupita. Toda mi infancia, mi niñez y mi adolescencia la viví en Tucupita. Cuando yo tenía como 8 ó 10 años, ya trabajaba la carpintería y la construcción. Hacía casas con paredes de bahareques y casas con techos de tamiches. A esas y otras casas les construía sillas, mesas, puertas y ventanas de madera.

F.F. -Su vida parece ligada a materiales nobles, en especial la madera, tema y sustancia recurrente en su obra. Su padre era carpintero. Sus primeros intentos en el arte fueron los juguetes y la construcción de un grupo de artefactos de madera ¿Desde cuándo comienza usted a interesarse por la madera? ¿Desde cuándo trabaja usted con la madera? ¿Su acercamiento a la madera se produce de forma natural?

P.B. -Mi padre, mi padrastro, era carpintero. Yo hacía juguetes, hacía carritos de niños para mí. Te podría decir que mi acercamiento a la madera se produce de forma natural. Estuve muy compenetrado con la madera, la conozco bien. Tanto la madera que se utiliza en construcción, como la madera de carpintería. Lo que pasa es que yo no conocía el oficio de la pintura. Pero yo comencé siendo pintor. Utilizaba pinturas industriales para pintar. No conocía el óleo, pintaba con zapolín. Después que comencé en la escuela de artes plásticas de Caracas, fue cuando conocí la escultura y luego me dediqué a la madera porque en la escuela todo era moldeado en arcilla.

F.F. -Cedro, cartán, carreto, guarapo, pardillo, zapatero... ¿Qué tipo de madera utiliza para sus obras?

P.B. -Una vez me dieron un pedazo de carreto y comencé a trabajar con el. Desde el principio usé mucho la madera de carreto porque estaba entre la madera dura y la madera blanda. El carreto me ofrecía esas dos posibilidades. Era una madera intermedia. Ya había conocido la madera dura, que era más difícil. Trabajé también con el guarapo. El guarapo es una madera muy blanda, pero es muy bonita, se parece al pardillo. Mis primeros trabajos como los Tótems, yo los hacía con otro tipo de madera que se podía quemar y yo aprovechaba el mismo carbón de la madera para trabajarla. El carbón lo fijaba con trementina y aceite de linaza. Creaba formas alargadas y oscuras. Actualmente estoy trabajando mis esculturas con cedro amargo.

F.F. -A través de la madera, usted evoca figuras orgánicas que insistentemente relaciona con el Orinoco ¿Cómo logra usted esculpir el Orinoco, tallar el curso y el movimiento de sus aguas, darle representación al río, sus torrentes, su energía fluvial?

P.B. -Porque como dije anteriormente, me crié en Tucupita y todo aquello estaba rodeado de ríos, de caños y de agua. Habían muchos canales. Allí conocí el río, conocí la madera, conocí el canto de los pájaros, conocí la lluvia. Esa misma lluvia que producía la crecida y la bajada de los ríos. Recuerdo que habían crecientes terribles, muy terribles. En el año de 1943 murió mucha gente. Yo tenía como 8 años y lo recuerdo perfectamente. Eso me marcó para siempre. Yo vi como se morían los niños, como el río se los llevaba. Incluso vi morir niños con parásitos saliéndoles por las narices y la boca. Todo aquello era horrible, era terrible. Pero eso formó y forma parte de mis vivencias...

F.F. -La vegetación ligera, la fauna, el olor del tronco, el brillo de sol y de la luna, el color del viento y de las nubes, han sido temas constantes, recurrentes y consecuentes en su obra ¿Cómo surgieron y surgen todos estos elementos en sus esculturas? ¿Cómo emergen de las aguas, los soles y las lunas? ¿Por qué la luna y por qué el sol?

P.B. -Los soles y las lunas surgen de una necesidad histórica porque los indios, antes de la conquista, antes de la llegada de los españoles, adoraban sus dioses. En toda la geografía del continente, sus dioses estaban representados por el sol y la luna. Los indios no tenían más dioses. A pesar de los sacrificios humanos, yo una vez me dije: -Algo deben tener el sol y la luna. Algo me deben dejar a mi también-.

F.F. -Los temas y los títulos para sus esculturas, son más celestiales que marinos. Si bien es cierto que su obra brota de las aguas del río Orinoco, muchas de sus esculturas nos insinúan también estrellas o planetas... ¿Por qué?

P.B. -Sí, quizás sí. Yo hago mis esculturas conciente de que se parecen a algo. Primero las hago y después es que les pongo el nombre, el título. Eso que tu planteas sale por coincidencia. Sale por la forma misma. El trabajo mismo me llevó a esas formas: soles, lunas, estrellas, que yo no busque. Pero que estuvieron y están allí, hasta que encontraron un título.

F.F. -Usted trata de hacer con la madera, lo que generalmente trata de hacer Valentín Malaver con la piedra, Rosa Vegas con la arcilla, Régulo Martínez con la pintura ¿Qué lo une y qué lo diferencia de otros artistas? ¿Qué lo une y qué lo diferencia de otros lenguajes?

P.B. -Bueno, a todos nos une el lenguaje. El lenguaje es donde el hombre pone la mano. Lo que el hombre toca es lenguaje. Lo que el hombre palpa, se transforma. Yo trabajé con el barro; modelé mucho. Trabajé con la piedra, trabajé con el bronce, trabajé con el hierro. Todos estos elementos los trabajé con técnicas diferentes, aunque el fin era el mismo. Son lenguajes. Aunque algunos los trabajaban con fines figurativos, otros no lo trabajaban así. Otros hacen formas. Formas a las que le dan un sentido.

F.F. -Usted tiene una habilidad maravillosa para componer formas, crear espacios, tramar planos, acariciar texturas, despertar relaciones secretas y fascinantes entre los colores. Su obra tiene una personalidad propia, una personalidad viva, una personalidad auténtica ¿Cómo lo logra? ¿Cómo logra Pedro Barreto la autenticidad?

P.B. -Yo me guié por los grandes maestros de la pintura, los grandes escultores, los grandes maestros del arte. Picasso decía: “Todo el tiempo trabajen”. Y yo me aprendí eso. A medida que uno va trabajando, va descubriendo nuevas formas. Esas formas las vas uniendo, las vas juntando y aparecen nuevas formas. Claro, esa identificación de la que tú hablas, se adquiere con el trabajo, no con el tiempo. Esa es la diferencia, es la factura.

F.F. -Es evidente que usted trabaja sus esculturas desde todos los ángulos posibles. Una escultura suya insinúa muchas esculturas, nos lleva a otras esculturas. Algo así como decir que el río, es todos los ríos. El agua, todas las aguas... No sé si me explico.

P.B. -Sí, sí... es cierto.

F.F. -El color es una necesidad vital en su obra. El color da vida a la obra. El color hace que un trozo de madera sea más vivo, más íntimo, más cercano. Usted nos muestra el interior de una escultura a través del color, su matiz y su policromía. Ese interior puede ser blanco, puede ser azul, puede ser amarillo, puede ser rojo. El interior de una escultura suya nos seduce. Su interior nos llama y nos atrae, nos dice y nos penetra ¿Qué papel juega el color en su vida cotidiana?

P.B. -El color es una forma de expresión. Yo busco una forma de expresión en el color. Las esculturas yo las hago huecas por dentro porque quiero mostrar su interior, pero también quiero mostrar su exterioridad. Quiero que el interior de una escultura palpite. La escultura es una forma de embellecer el espacio.

F.F. -Usted visitó Roma. También visitó París y estudió en Japón. Vivió y convivió por más de dos años con pintores y escultores orientales ¿Qué recuerdos especiales tiene usted de Japón? ¿Qué lo marcó? ¿Qué beneficios y qué provechos se trajo usted de la cultura japonesa?

P.B. -Yo cada vez que salía de Venezuela, a cualquier sitio donde llegaba, me inscribía y me ponía a estudiar. Estudié en Roma, en París y en Japón. Para mí, todavía yo sigo estudiando y sigo aprendiendo. El arte es un estudio importante. Sigo aprendiendo a medida que voy trabajando y no me detengo. Yo busco en la escultura lo más esencial de la forma, es lo que trato de hacer. El viaje a Japón yo lo hice con la necesidad de aprender a trabajar, porque los japoneses trabajan mucho. Trabajan todo el día. Allá habían temporadas donde los días eran más largos que las noches y sin embargo ellos trabajaban hasta las diez de la noche. Con ellos aprendí a ser ordenado, los japoneses son muy ordenados. Con ellos aprendí a trabajar y a tener disciplina.

F.F. -Su obra bebe mucho del zen. No en vano, sus lunas-mandalas sirven para meditar, sirven para centrarse, para mantener el equilibrio ¿No es cierto?

P.B. -Te decía que yo busco en la escultura lo más esencial de la forma. Yo tengo un amigo que en una oportunidad me compró una obra y la colocó en el patio de su casa. El me dice que cuando se pone a beber, lo hace delante de la escultura para contemplarla, para relajarse un poco... eso es muy bello.

F.F. -Decía Roberto Guevara que usted tenía “una manera muy propia de abordar el constructivismo”. El constructivismo hace referencia a la construcción de esculturas abstractas, formas geométricas, precisas y rigurosas, partiendo de una gran variedad de materiales o materias ¿Cree usted que su obra se fundamente en el constructivismo? ¿O en el cinetismo o el ensamblaje, como piensan otros?

P.B. -Yo creo más bien que mi obra se fundamenta en el constructivismo, porque yo agarro pedacitos por pedacitos, que voy construyendo. Alguien me dijo una vez que mi obra estaba dentro del cinetismo, pero si lo hice, fue involuntariamente. El cinetismo es muy bello, es algo hermoso, pero esa no fue mi idea inicial. El cinetismo no es lo mío. Si hay cinetismo es por casualidad.

F.F.- Valentín Malaver se considera un alumno suyo ¿Qué opina de la trayectoria de Valentín Malaver?

P.B. -Me gusta mucho el trabajo de Valentín. Valentín toda su vida ha trabajado y eso es importante. Hay una constancia en él. Eso me reconforta mucho, porque él estuvo bastante tiempo conmigo y está haciendo un trabajo propio, algo totalmente distinto a lo que yo hago. Valentín hace lo suyo. Además, Valentín tiene su propio taller y así es como debe ser. Eso también es importante.

F.F. -¿Cómo se produce el diálogo entre usted y la madera? ¿Cuándo y cómo lo hace?

P.B. -Yo trabajé con todos los materiales que existen para trabajar la escultura, todos. Incluso hice combinaciones, por ejemplo; entre la madera y el hierro. Pero en la madera encontré algo que no hallé en los otros elementos con los que trabajé. La madera es más plástica y más acorde con lo que yo hago. Encontré que la madera se prestaba a eso. Además la madera es muy noble.

F.F. -¿Usted trabaja la madera o es la madera el que lo domina a usted?

P.B. -Yo trabajo la madera, yo la domino, considero que yo la domino. Hago lo que quiero con ella, insisto en ella, siempre estoy sobre ella. Insisto en que la madera es muy noble...

F.F. -La escultura es un fenómeno espiritual y, al mismo tiempo, es un fenómeno físico. Se podría decir que la escultura es un fenómeno humano de espiritualidad, inteligencia, experiencia, conocimiento y aprendizaje ¿Su escultura es un acto de reflexión? ¿Usted piensa mucho cuando realiza una escultura o simplemente se deja llevar?

P.B. -Yo pienso mucho en la escultura y también pienso mucho una escultura. ¡La pienso muchísimo!. La trabajo en la mente, siempre la estoy trabajando allí. En la mente le doy vueltas, la giro, la pongo boca arriba, la pongo boca abajo. No sé, yo la pienso mucho, la pienso como una computadora.

F.F. -Con un camino ya recorrido y una obra sustentada con el reconocimiento del público y de la crítica, ¿usted cree que su trabajo sea más silencioso, más interior, más secreto?¿Se siente solo o acompañado? ¿Pedro Barreto vuelve a estar solo?

P.B. -Estoy trabajando con más libertad. Yo no he hecho lo que he querido hacer. Lo que me queda por vivir; si es que llego a vivir un poco más, es hacer una buena exposición individual. Quiero hacer buenas exposiciones futuras. Tengo muchos proyectos. No me siento solo, la escultura me acompaña. Mi feliz compañera es la escultura.

F.F. -Para usted, ¿la madera sigue estando viva? ¿La madera sigue siendo sagrada?

P.B. -Sí, la madera es sagrada, muy sagrada. Yo muchas veces la toco para saber si hay que trabajarla. Yo la dejaría así como está, pero ella me lo permite. Es más, he llegado a la conclusión de que la madera no habría que tocarla, sino dejarla así como está. La madera es algo muy puro. Un trozo de madera es algo muy bello. Yo no saldría, ni saldré nunca, de un aserradero.

F.F. -¿Usted cree que un trozo de madera sea una obra en sí misma, una obra de arte?

P.B. -Depende. La madera tiene que tener la vista del escultor para saber que va bien. Si va bien así o va bien aquí. Es decir; si funciona de esta forma u otra...

F.F. -¿Usted cree haber llegado a la perfección? ¿Se considera un escultor perfecto o imperfecto?

P.B.- Todavía no he llegado a la perfección. Ni creo que llegaré a ser perfecto. Mientras tenga vida seguiré estudiando y seguiré aprendiendo. Pueda que la obra sea imperfecta por algunos detalles que le falten. La obra siempre está completa o casi completa. Es más, cada vez que yo termino una obra, a mi me gusta más... yo creo que al único al que termina gustándole la obra es a mí.

F.F. -¿En qué trabaja actualmente? ¿Qué nos prepara Pedro Barreto para el futuro?

P.B. -Estoy trabajando con cedro. Siempre van saliendo cosas nuevas. Las cosas nuevas son como un reconfortamiento para el alma. Yo trabajo para reconfortar mi alma. Nosotros, los artistas plásticos, los poetas, músicos o escultores, somos curanderos del alma. Así como los ingenieros son profesores universitarios, nosotros también lo somos. Tenemos nuestros estudios y nuestra experiencia para ello. Debemos enseñar, enseñar es una responsabilidad. Estoy trabajando en una obra llamada “Un grito”. Bueno, es un proyecto. Como te decía, siempre estoy trabajando mis esculturas en la cabeza. Estoy haciendo muchas obras para mí, para mi propiedad. Voy a hacer un “Africano”, también “Un coto de casa”, en fin, son obras que tengo en mente y que, poco a poco, irán saliendo de la madera. No las he hecho todavía, pero les estoy dando vueltas en mi cabeza.

Una vez vino un señor a mi taller y se metió donde estaban todas las herramientas y todas las obras. Buscó, apartó, quitó, limpió. Consiguió una escultura sucia, una obra muy sucia. Me preguntó si se la podía vender así y yo le dije que si la quería así, no había problema. Él insistió y me la compró así. Luego me pregunté. “¿Será que me voy a morir hoy, será qué me voy a morir pronto?”.

F.F. -Usted tiene muchos seguidores, ¿cree que esté dejando una huella en la escultura venezolana, en el arte venezolano?

P.B. -No tengo seguidores. No los conozco. Y si los tengo bienvenidos sean. A mi me gusta tener mi taller siempre abierto, siempre los estoy esperando a todos. No soy mezquino, no tengo ningún horario. Eso sí, si viene gente; espero que sea gente con ganas y deseos de trabajar. Me cae bien la gente que trabaja. Yo he dejado muy pocos aportes al arte venezolano y lo poco que he dejado, no sé si lo han podido aprovechar. Simplemente espero que nadie me imite. No tiene sentido la imitación. El alumno debe tener talento porque el maestro lo que les enseña son técnicas. Yo les enseñé a mis alumnos simplemente técnicas. Yo no les enseñó a ser escultor. El escultor, el verdadero escultor, se hace solo. Aquí están las puertas abiertas, para el que quiera venir; venga.












1 comentario:

Roccocuchi dijo...

Buenísimo este tributo a Pedro Barreto!! Te felicito!!! Besos, Francklin!!!!